A veces invade una extraña sensación: los dirigentes de Unidas Podemos parecen olvidar que el pacto del 30 de diciembre de 2019 para el acuerdo de gobierno no fue fruto de un romance, sino que abrió las puertas a un matrimonio de “conveniencia”.
Tras las elecciones los números no cuadraban para emparejar a Sánchez con su “novia de toda la vida” Rivera y la única fórmula viable – descartados PP y Vox – pasaba por tirarle los tejos al “Coletas”. El acuerdo llevaba aparejado, en teoría, un contrato de obligado cumplimiento
En estos meses de cogobierno, si se analiza la trayectoria de ambos, es fácil constatar que mientras UP se ciñe escrupulosa y respetuosamente a lo pactado en el PSOE abundan los partidarios de ”echar una cana al aire”. Con el PP (fallida renovación del Consejo General del Poder Judicial), Ciudadanos (Presupuestos) y –una vez metidos en faena la noche los confunde- hasta con VOX (rechazo a crear comisiones parlamentarias para investigar a Juan Carlos I).
Debe ser que el PSOE como partido- pilar del régimen borbónico tiene el mismo concepto de fidelidad política que la que tiene el rey emérito de fidelidad matrimonial.
Viene esto a cuento del pacto alcanzado el lunes entre el presidente del gobierno central y la presidenta de la comunidad de Madrid. Más allá de la teatral e histriónica puesta en escena (¿quedarían banderas en los chinos o las vendieron todas?), si Díaz Ayuso llega a hilvanar tres frases más en la rueda de prensa conjunta, proclama que el desastre madrileño en la gestión de la pandemia del covid19 se debe a la labor de zapa de “menas”, okupas, inmigrantes y algún que otro rojo irredento que llegaron de Venezuela para manifestarse el 8 de marzo y eligieron a sabiendas barrios sin médico, infraestructuras ni medios en los que hacinarse. Ya se sabe, quisieron ser “virus" en lugar de “vacunas”.
Y se hubiera quedado tan pancha despejando balones. Para la Derecha extrema hispana la situación no tiene nada que ver con la manifiesta incompetencia de los gobernantes madrileños ni con el asalto a los servicios públicos planificado y ejecutado por el PP en los últimos decenios. Ni con la corrupción o el desmantelamiento - sin máscaras, con luz y taquígrafos- de la Sanidad Pública.
Que un orate político hilvane una sarta de tonterías no es un problema. Lo es que se digan delante de un presidente de gobierno y la respuesta del mismo sea el silencio a sabiendas de vivir en el país donde callar es otorgar. Y eso que está harto de mirar de reojo cada vez que en una recepción se le acerca por la espalda Díaz Ayuso. Para intentar adivinar en que mano trae el cuchillo
Problema también es dejar que se transfiera la responsabilidad a otras instancias (las competencias sanitarias en Madrid las tiene Enrique Ruiz Escudero, personaje que quiere volver a abrir el pabellón de IFEMA con voluntarios y ahora se echa las manos a la cabeza por la falta de ese personal sanitario al que llevan años recortando el número) y ahora, con la manida excusa del “toca remar todos juntos” (¿ cuándo han remado el PP y Díaz Ayuso en esta crisis junto al resto de la sociedad, si su divertimento ha sido hacerle agujeros al bote para hundirlo?) intentar tapar las miserias generadas por una gestión clasista de la pandemia.
Para tapar la ausencia de recursos no han tenido reparo en echar la culpa a las víctimas, convirtiendo la pobreza, precariedad y pésimas condiciones de vida de gran parte de la clase trabajadora, fruto de las reformas laborales siempre favorables al empresario, en pecado original.
UP no puede tragar con el disparate pues como dice el refrán “cuanto más te agachas más se te ve el culo” y en lugar de enseñar “la hucha”, va a terminar enseñando todo un fondo de pensiones.
Lealtad no es sumisión. ¿Solidaridad con el pueblo de Madrid? Toda. Pero con sus habitantes, no con los responsables de la situación. Denunciemos el lavado de cara y no les dejemos jugar a Poncio Pilatos. Las manos se lavan para impedir la transmisión del virus no para que quienes se han enmerdado con la gestión las levanten limpias como una patena y griten "a nosotros que nos registren".
En mayo, tras el fin del confinamiento y el estado de alarma, a Díaz Ayuso – volvamos a recordarlo: se pronunciaba contra el estado de alarma y el “recorte de libertades” día sí y día también– se le entregó una comunidad donde las cifras de contagios, pese a ser más altas que en el resto de España, estaban controladas.
Hoy no aguantan la comparación con las que se dan en cualquier urbe europea de similar o mayor tamaño (pongamos que hablo de Londres, Madrid, Berlín, Roma…).
Si la situación madrileña se diese en Cataluña, la “panzer división mediática” llevaría semanas desgañitándose pidiendo la aplicación sin árnica del artículo que tanto les gusta, ese 155 que reza “si una Comunidad Autónoma…actuare de forma que atente gravemente al interés general de España, el Gobierno… podrá adoptar las medidas necesarias para obligar a aquella al cumplimiento forzoso de dichas obligaciones o para la protección del mencionado interés”
Porque considerarían que la desidia y el mal hacer de la Comunidad estaría poniendo en peligro a todo el país. Y les sobrarían palmeros de bozal verde con bandera monárquica para jalear la ocurrencia.
Por eso se hace necesario que las personas en la órbita del "mundo UP" empecemos a notar no resignación ante las ocurrencias del socio mayoritario, sino líneas irrenunciables en las que reconocernos.
El Sur no se defiende avalando las coartadas que se proporcionen a Ayuso para que al final se vaya de rositas.