Hace diez años se publicó el segundo volumen de la curiosísima y acertada Antología Bromelia, que promovió y coordinó la poeta prieguense Sacramento Rodríguez. Este volumen está dedicado a los poetas del pasado, desde la Edad Media hasta la primera mitad del siglo XX y, entre sus coordinadores, encontramos a dos de las peronas que más han estudiado y divulgado la literatura lucentina: D. Antonio Cruz Casado y Dª Juana Toledano. Así, el número de autores lucentinos es uno de los más amplios, con quince nombres, de los que el primero de esta nómina es Luis Barahona de Soto y el último, Frasquito Espada. Encontramos, junto a los poetas, un pliego suelto anónimo que describe el santuario y la imagen de la Nuestra Señora de Araceli, que logra, como hemos referido, que Lucena sea una de las localidades con mayor número de aportaciones poéticas del volumen.
Entre los poetas que se incluyeron, figura Antonio Mohedano, que nació en Lucena en 1563 y falleció en Antequera en 1626. Aunque lo relativo a su lugar y fecha de nacimiento se ha de colocar entre interrogaciones, pues se afirma que pudo nacer en la misma ciudad de su muerte en 1561, seguimos la Antología Bromelia.
Mohedano es una figura interesante en la pintura de finales del siglo XVI y comienzos del XVII, que tuvo fama entonces, destacando entre sus obras las pinturas que se conservan en la Iglesia de la Anunciación de Sevilla, las pinturas de la Asunción y la Transfiguración de la Iglesia de San Sebastián de Antequera, y la policromía del retablo de la Iglesia de San Mateo de Lucena; por lo que la inclusión de su nombre en l citada Antología Bromelia nos sorprende, debido a lo desconocido de esta faceta del artista lucentino. Sin embargo, ya figura como poeta, con dos sonetos, en la Primera parte de las flores de poetas ilustres de España, una importante y valiosa antología del Siglo de Oro, que realizó en 1605 Pedro Espinosa, quien también incluyó a Barahona de Soto y a los conocidos Góngora, Quevedo y Lope, entre otros.
D. Antonio Cruz firma la nota biobibliográfica sobre nuestro autor, con un acertadísimo análisis de sus dos sonetos, que son de temática amorosa y que transcribo tras este párrafo, y la publicación de un soneto que Pedro Espinosa dedicó al lucentino, como muestra de amistad.
En vano es resistir al mal que siento,
si, echada por el suelo mi esperanza,
sujeta a mi razón con tal pujanza
que ni aun libre le deja el sentimiento.
Así padece y calla el sufrimiento,
sin esperar del tiempo la mudanza,
ni es aquesta tormenta la bonanza,
que siempre ha de soplan contrario el viento.
Estoy a padecer el mal tan hecho,
que en el bien estaré, si viene, extraño,
porque el mal en sí propio me convierte;
Y temo venga ya, porque sospecho
que el bien ha de causar en mí más daño
que causa el mal, pues no me da la muerte.
Aguarda, espera, loco pensamiento,
y no lleves volando la memoria,
a ver la causa de tu amarga historia
que doblas la ocasión al sentimiento.
Para el curso veloz y muda intento,
huye la senda de tu fin notoria,
pues ves que el mal publica la victoria,
de mi vida vencido el sufrimiento.
Ya pensamiento, cese tu pujanza,
llegado habemos a la muerte triste,
posada cierta del dolor amigo.
De ti quiero tomar justa venganza,
y es, pues que tú contigo me perdiste,
morirme yo, y perderte a ti conmigo.
No se nos debe escapar que en este año se cumplen 450 años de su nacimiento, al tomar 1563 como fecha de nacimiento, y que, curiosamente, esto precede a una serie de aniversarios: en 2015, 270 años de la muerte de Leonardo Antonio de Castro y en 2016, 360 de su nacimiento; y, en especial, en 2019, 350 años del nacimiento de Francisco Hurtado Izquierdo. Sirvan estas líneas para animar a recordarlos, ya que se tratan de grandes artistas del Barroco, que configuraron una corriente que nos ha legado obras imprescindibles como el Sagrario de San Mateo de Lucena, la Capilla del Cardenal Salazar de la catedral de Córdoba o el Sagrario de la Cartuja de Granada.
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