Una de las bienaventuranzas, según aprendimos de pequeños, era “Bienaventurados los pacíficos porque ellos serán llamados hijos de Dios”.
Hoy, según el nuevo catecismo, se ha cambiado la palabra pacíficos por “los que buscan la paz”.
Al fin y al cabo ha sido una mudanza de palabras pero no de sentido. Como dirían los lingüistas es cuestión de nominalismos que no modifican la significación prístina de la idea que se desea expresar.
Pero cabe que nos hagamos una serie de preguntas sobre ¿quién es pacífico? ¿Qué es pacifismo? ¿Para qué sirve?
¿Quién es pacífico?
El DRAE define como pacífico a la persona que es tranquila, sosegada y que no provoca luchas o discordias, es decir, aquel que tiene el propósito de no molestar a los demás, ni ocasionar desavenencias entre los que le rodean o aquellos con quienes convive por vecindad, lugar de trabajo, etc. y también de no encizañar para, de la mejor manera posible, lograr que haya paz en su entorno.
Podemos decir de manera lata que el pacífico es un pacifista o que es seguidor del pacifismo, como también lo denomina el DRAE.
Pero ¿quién es pacifista? Normalmente se entiende como tal a la persona que se opone a la guerra. Pero su significado es mas lato, más extenso. Es pacifista el que se opone a cualquier tipo de violencia, ya sea física, ya verbal. También quien defiende el uso de la serenidad en contra de la exaltación, y que prefiere la dulzura y la suavidad para solucionar cualquier conflicto, por nimio que sea, antes que dejarse llevar por el arrebato, la agresividad, el insulto y los malos o amenazantes modos.
Tenemos un dicho español que reza: “Más moscas atrae una cucharada de miel que un barril de hiel” que es lo mismo que decir que las personas son atraídas por la dulzura, la temperancia y el sosiego, mientras que sienten rechazo y repulsión a la destemplanza, a los malos modos y a la agresividad, porque es sabido que estas actitudes engendran el mismo comportamiento en las personas que las reciben.
¿Para qué sirve ser pacífico?
Para conseguir la ecuanimidad, el orden y el sosiego en el mundo en el que la agresividad, la violencia, la intimidación y el deseo, cuando no el propósito, de dominar a los demás está cada vez más presente en nuestra sociedad.
Se buscan empleados agresivos, anuncios agresivos, modos agresivos. Podemos decir que lo que hoy impera para triunfar en la vida son los comportamientos avasalladores.
Se minusvalora a la persona que procura mantener el equilibrio y la ecuanimidad y domina sus instintos y no responde a la agresión con una ofensa o con un insulto.
Pero el pacífico no es un pacato, ni un timorato. El pacífico cuando tiene que responder a aun insulto o agresión, lo hace con firmeza, sin retroceder, pero procurando utilizar el razonamiento y las actitudes moderadas, respondiendo a la persona que lo ha atacado con argumentos inamovibles y de peso, de forma que el agresor se dé cuenta de su intemperancia y reconozca su error; y el triunfo del pacífico es cuando consigue que el intolerante cambie su actitud.
Pero no es lo mismo ser pacífico que pasivo o adoptar una actitud de pasividad ante los ataques de los demás y pensar que todo se debe de admitir y no reaccionar ante una injusticia, un desafuero o un abuso de poder.
Cuando sucedan estas ocasiones que, por desgracia, son hoy moneda de cambio corriente hay que responder a ellas.
En esta época en la que vivimos contemplamos a diario que, desde el Parlamento español, hasta las sesiones de gobierno de los Regimientos municipales, los componentes de los mismos se insultan, se agraden de palabra, cuando no físicamente, como se ha dado algún caso, y no hay nadie que lo denuncie pacíficamente pero con firmeza.
Estamos acostumbrados a las agresiones de los medios de comunicación y de algunos programas de ciertas cadenas de televisión.
Ante estos comportamientos el pacífico debe reaccionar y denunciarlos con argumentos y razones convincentes, de forma que, poco a poco, los que insultan, avasallan y procuran tiranizar a los demás, entiendan que la agresividad sólo engendra más acometividad y se crea una pendiente por la que, poco a apoco va resbalando la Sociedad.
Los que optan por la pasividad no reaccionan ante nada, todo les da igual. Lo mismo admiten el insulto que el halago. De igual manera soportan que se abuse de los ciudadanos desde cualquier estamento de poder. Viven en su mundo y lo que ocurra a su alrededor y aún a ellos mismos los trae sin cuidado. Casi siempre adoptan tal postura por comodidad, por no buscar complicaciones, como diría el castizo “por no meterse en líos”. Actitud hasta cierto comprensible, pero, desde cualquier punto de vista como no sea del de la pasividad, de ninguna manera compartible, pues mientras más se humillan, más bajo caen.
Son como una especie de seres amorfos que todo lo toleran y que aunque sean agredidos y los perjudiquen aún en sus intereses económicos se quedan inmóviles, pasivos sin responder ante el daño que les han causado. Más de una vez he oído a personas que son así, manifestar ante una actitud ofensiva,”bueno y qué más da”
Es saludable que se cree una conciencia de pacifismo pero que, al mismo tiempo, rechace con toda firmeza y energía todo tipo de agresión a las personas, respondiendo siempre ante las agresiones de forma pacífica pero con decisión y firmeza de forma inamovible.
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