Como Médico que soy, conozco la importancia de la dosificación.
Un error en la misma hace que la eficacia de un medicamento disminuya o, por contra, sea altamente tóxica para el paciente, por exceso en la cantidad o por la acumulación sucesiva del fármaco en cuestión.
Tomando la metáfora, una pregunta asoma estos días a nuestro desazonado entendimiento: ¿ Cuanta cantidad más de corrupción seremos capaces de soportar ?
La estomagante aparición, un día sí y otro también, de distintos casos de fraudes, malversaciones y prevaricaciones (en definitiva, de robo dinerario en realidad), producen en la ciudadanía una sensación de empacho, difícilmente digerible. Y, ya se sabe, lo que no se digiere tiende a ser dañino para el organismo (siguiendo con los símiles médicos).
La lógica y galopante desafección que la política tradicional, provocada por todo esto, está generando en la ciudadanía, resulta directamente proporcional a la aparente falta de respuesta de los llamados Partidos tradicionales. Ante esta situación, días pasados, en el Diario El País, apareció una atinadísima columna de opinión de Moisés Naím en la que explica, según su criterio, el fenómeno descrito. Fundamenta en tres pilares las razones del desapego de la población a la llamada “clase política”: De entrada, el auge de la “antipolítica”, el que se vayan todos, haciendo tabla rasa de la situación actual y generando, como consecuencia, un aparente terreno baldío donde florecerán nuevas alternativas tan dudosas como inciertas en su desarrollo y sobre todo, en su final. En segundo lugar, la inmediata aparición del Populismo, consecuencia inmediata de lo anterior y que prometiéndole al elector “lo que quiere oír”, termina desembocando en regímenes poco democráticos y en consecuencias económicas casi siempre desastrosas para la generalidad de la población, la cual dicen defender. Y por último, el Nacionalismo, el cual apela a la más íntima fibra del miedo a lo distinto, en torno a la hoguera tribal, como solución a unos problemas que hoy más que nunca no pueden circunscribirse al entorno menor de una frontera o una raza determinadas. La globalización, imparable por otra parte, aporta un plus de dificultad a la interpretación de estas claves.
Suscribiendo completamente la opinión de Naím, me atrevo a sumar otro elemento al debate, en formato más individual, y que de alguna forma pudiera ser parte de la solución del mismo: la falta de autorrespeto que, de alguna manera invade a nuestra sociedad. El convencimiento de que la autodisciplina y el trabajo bien hecho son los únicos caminos para vertebrar una convivencia común, no son siempre argumentos bien entendidos y sobre todo admitidos por según quienes. Si la excelencia que le exigimos a nuestros regidores, no se acompaña de la nuestra propia, raramente llegaremos al final de la cadena de responsabilidades.
Los autos judiciales contra la corrupción, centenares en el momento actual a todos los niveles, deben llegar hasta el final en el esclarecimiento y castigo, si procede, de los responsables. Este proceso debe, igualmente, no demorarse en exceso en el tiempo, so pena de diluir responsabilidades y aumentar el desencanto de la ciudadanía. Pero no olvidemos que cada uno de nosotros como ciudadanos, a la par que exigir, deberemos responder en igual medida con nuestras propias obligaciones.
Termino citando literalmente de nuevo a Moisés Naím en la frase final de su comentario:” Gobiernos paralizados y Partidos Políticos estancados, siguen sin dar respuestas creíbles a las nuevas demandas de unas sociedades en efervescencia, que están cambiando a una velocidad inalcanzable para quienes operan con ideas del pasado”.
Si nuestros políticos no toman nota y aplican las pertinentes medidas, estarán allanando el camino a soluciones extremas de muy difícil aplicación práctica, que no serían en ningún caso la solución al panorama descrito. Mantener nuestro espíritu crítico frente a los atropellos de todos los que usan lo público para su manipulación, será la mejor medicina frente a semejante panorama, desolador por otra parte.
No perdamos la esperanza.
Rafael Ramírez Ponferrada
Médico
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