Esta tarde será el Lucena CF. Mañana lo será el Córdoba CF. Unos cierran la temporada y otros, aunque les quede una jornada, la cerrarán en casa. Ambos se despiden de su afición en un margen de 24 horas y ambos militarán a partir de los próximos meses en una categoría diferente. Tanto lucentinos como cordobesistas han perdido la categoría y el año que viene militarán en Tercera (en el mejor de los casos) y en Segunda División.
Obviamente, cuando se desciende, las sensaciones que se quedan en el aficionado son amargas, pero quienes hemos seguido de cerca las evoluciones de ambas escuadras somos conocedores de que las circunstancias en que se han producido han sido muy distintas, y con distinto grado de responsabilidad entre quienes tienen parte de culpa de tan nefasta temporada.
En el Lucena CF el desenlace final de la temporada se estaba viendo venir desde hace varios meses. Cuando uno no cobra pese a hacer su trabajo (y lo sé por experiencia propia) es difícil que se pueda centrar en hacerlo bien. Los dirigentes de los clubes deberían estar pendientes de que a sus futbolistas no les falte ni gloria, pero a los jugadores del Lucena este año les ha faltado hasta el agua y el pan. Futbolistas que llevan cerca de seis meses sin ver un céntimo y que, de no ser por la ayuda constante de la anterior Junta Gestora del club, en algunos partidos no disponían ni de bocadillos para afrontar los partidos con el estómago lleno.
A día de hoy aún me pregunto a qué han venido a Lucena los “señores” Eduardo Bouzón y Javier Martí Asensio. Que la situación del club era mala cuando llegaron era de todos conocida, pero también por ellos mismos. El dinero les llegó hasta Octubre y desde ahí han predominado las mentiras. En ese mes se les preguntó a los jugadores si podían bajarse la ficha, algo que ya habían hecho algunos en verano para renovar su vinculación con el club, y los jugadores, que ya de por sí cobraban bastante poco, se negaron. Ahí estuvo su sentencia. Desde entonces, sólo una nómina más en sus cuentas bancarias.
La plantilla se deshizo a mitad de temporada y llegaron nuevos jugadores que, a pesar de todos sus esfuerzos, no han logrado mantener al equipo en Segunda División B. Han sido ellos mismos los que en los últimos meses, apoyados por diversos establecimientos comerciales, han tenido que buscarse la forma de sobrevivir, como ellos mismos decían, para lograr al menos llenar la nevera. Así no se puede competir en igualdad de condiciones.
El futuro del club es bastante desalentador. Ya hay jugadores que han denunciado su situación ante la AFE y si antes del 30 de Junio no se satisface la deuda con cada uno de ellos, el equipo se marchará a Primera Andaluza, y eso que los actuales “dirigentes” de los celestes decían hace sólo unos meses que el objetivo del club era ascender a Segunda División. JA. Es triste decir esto pero lo mejor es tomar ejemplo de un club hermano de los lucentinos, el CD Linares, que acuciado por las deudas acabó desapareciendo y actualmente está a dos partidos de regresar a Segunda B y totalmente saneado.
Al club celeste le queda la opción de agarrarse a Ciudad de Lucena e intentar ascender a la menor brevedad a la categoría de bronce con dicho club. Dice Martí Asensio que el Lucena no desaparecerá ni se ejecutará esta opción pero si algo hemos aprendido de él es que miente más que habla, y si no, que se lo pregunten a cualquier integrante de la plantilla.
Un caso diametralmente opuesto es el del Córdoba CF. Aquí no hay problema de impagos, independientemente de que ha quedado demostrado que la directiva y la dirección deportiva no han estado a la altura de la categoría ni a la hora de hacer la plantilla ni en otros muchos aspectos de los que hablaremos más adelante. La clave del descenso ha estado ahí en parte, pero sobre todo ha estado en el césped. Mientras los jugadores celestes se han desvivido por salvar al equipo, en el bando blanquiverde algunos se los han tocado a dos manos.
Tres entrenadores pasaron por el Lucena y tres por el Córdoba. Los tres primeros no han podido sacar rendimiento a una plantilla asfixiada mentalmente. Los tres segundos no han podido sacar rendimiento a una plantilla que ha dado más noticias, en el caso de algunos futbolistas, en las discotecas y las salas de fiestas que el verde. Ni Ferrer ni Djukic ni Romero han podido evitar que un grupo de vagos arrastren la camiseta blanquiverde por los estadios de Primera División, empezando por el suyo, donde sólo han ganado un partido de dieciocho.
El Lucena no ha podido. El Córdoba no ha querido. Los dos descienden. Esperemos contar noticias muy distintas la próxima temporada.
Añadir nuevo comentario