MIGUEL HERNÁNDEZ
Al entrar a clase, la alumna me preguntó por Miguel Hernández. Imagínense: mis ojos se iluminaron, dirigí la vista hacia la ventana y vi el día más luminoso que de costumbre. Con espíritu palpitante, tomé aire y le conté una muy resumida biografía del poeta. Luego, todo se volvió sombrío: me enseñó un libro de poemas de un tal Jaime Lorente: «es que hay aquí un poema donde aparece su nombre». Se lo pedí y, nada más tenerlo en las manos, me saltó la foto del autor en la faja del libro. Se me escapó un qué guapo que ella oyó: «He comprado el libro porque me gusta el actor, es muy guapo», me confiesa. Hojeé el libro y leí varios textos para descubrir que Jaime es hijo de la poesía ñoñamente sensiblera de esos que sabemos (no pienso mencionarlos en el mismo texto que Hernández, no lo merecen) y que, una vez leído el poema alusivo al poeta oriolano, estaba seguro de que a él le habían contado, como yo había hecho con la alumna, la vida de Hernández malamente, así como lo estaba de que había leído los poemas más conocidos de él sin asimilar su poética ni sus circunstancias vitales. En resumidas cuentas, ensuciaba la poesía de Hernández.
No sé qué ocurre desde hace algunos años que la obra y la figura de este poeta se utilizan con demasiada ligereza. Ya he hablado en más de una ocasión de la comparación absurda en Podemos entre el poeta y el violento sindicalista Bódalo. En este año (aunque creo que lo hizo también el anterior en que dijo que era jornalero), Gabriel Rufián tuiteó que «Algunos de los que loan a Miguel Hernández lo volverían a meter hoy en la cárcel. Y algunos otros callarían hoy mientras se hace». Rufián oculta que Hernández fue encarcelado en un régimen fascista por haber luchado y defender la República; repito: fue encarcelado por defender el orden democrático que instauró la República; es decir, que sus jueces y carceleros fueron los que se saltaron las normas. Hoy Miguel no podría estar en la cárcel, a no ser que fuera uno de los miembros del gobierno de la Generalitat que proclamó la independencia de Cataluña y, con ello, hubiera roto la ley democrática actual. Pero, conociendo su ideología y personalidad, dudo mucho de que así fuera. Lo que sí es muy probable es que Miguel Hernández le hubiera echado en cara a Rufián que se aliara con la derecha catalana con la excusa de la independencia… Y estoy seguro de que Rufián habría hecho con él lo que hizo Alberti.
Pero en esto de nombrar al poeta para fines partidistas se encuentran afinidades desternillantes. Porque Santiago Abascal hizo lo mismo que Rufián. Es que los dos podrían quedar y charlar sobre Hernández y estoy seguro de que, sin llegar al mismo punto de llegada, partirían del mismo de partida. En uno de los actos de su partido, Santiago Abascal leyó unos versos de Miguel Hernández, aunque se guardó de citarlo. Abascal puede encontrar en varios de sus poemas versos sobre nuestro país y, en concreto, sobre la defensa de España, así, entera, en la Guerra Civil; pero el hecho de utilizarlos es un desprecio por lo que Vox defiende desde sus siglas, que Hernández no compartiría bajo ningún concepto. Es más, Abascal es consciente de que sus palabras contra la memoria histórica acabarían con la palabra y la memoria de Miguel.
Así se conecta el desprecio político y el menosprecio poético hacia este poeta, mediante políticos que se aprovechan de su figura y su obra, y en pseudopoetas que se atreven a mencionarlo sin comprender su voz, su legado, su compromiso con la palabra y la vida.
Triste sociedad en la que se premian con escaños a políticos insolidarios e intolerantes como Rufián o Abascal, pues solamente dejarán de estar ahí cuando no se les vote; en cambio, en el asunto poético, esto queda en manos de las editoriales, que deberían detener la publicación de escritos que publican bajo la etiqueta de poesía, sin serlo, y comprender que esta no puede reducirse a obtener dinero a riesgo de denigrarla y convertirla en simple noñería.
¡Ah! Una cosa más: las personas feas también pueden ser poetas. La poesía no puede caer en la estupidez de vender por la vista. Neruda decía que Miguel Hernández tenía cara de «patata recién sacada de la tierra»… Está claro que, debido a su aspecto, Miguel lo hubiera tenido bastante difícil para publicar hoy.