Joaquín Mesa Carnerero
Ir de victima es algo que funcionaba muy bien cuando la gente estaba sumida en la incultura o el desconocimiento y no había medios de comunicación. Los que controlaban la información daban la versión que les interesaba y ocultaban lo que no les convenía. Eran tiempos en los que a los discrepantes se les mandaba callar o directamente se les eliminaba.
Hoy, afortunadamente, vivimos en la sociedad de la información y tenemos derechos que nos permiten opinar sobre lo que ocurre a nuestro alrededor, aunque los destinatarios de nuestra critica, o simplemente disconformidad, se molesten. Viene esto a propósito del victimismo y de lo mal que han encajado las criticas los defensores de las Jornadas Mundiales de la Juventud celebradas en Madrid.
Hasta la Secretaria de la Asociación Mujeres en Igualdad ha salido en defensa de las Jornadas y de la institución que las organiza. Una institución que no fomenta precisamente la igualdad de la mujer sino todo lo contrario. La visita de la Máxima Autoridad Católica ha levantado críticas y protestas, algo inaudito hasta ahora en este país, por parte de sectores, laicos y cristianos, que no comparten sus postulados pero que, sobre todo, no aceptan que quieran imponerlos a todos los españoles, presionando al gobierno para que legisle según su moral particular.
No entiendo como los partidarios de este evento se quejan a pesar de que todo el país se ha puesto a su servicio. Han colaborado el Gobierno Central, los autonómicos, sobre todo el de Madrid, los ayuntamientos, medios de transporte, servicios de limpieza, protección civil, bomberos, empresas privadas…todos salvo la meteorología, algo que según todas las mitologías depende de Dios, que pasó del calor extremo a una tormenta que estuvo a punto de dar al traste con la Vigilia de Adoración en Cuatro Vientos y que dejo a los peregrinos empapados.
Se ha hablado, en medios conservadores, de enfrentamientos y ataques de los laicos a los jóvenes (nunca de los jóvenes a los laicos, ni del voluntario de la JMJ detenido por la policía porque pretendía gasear a los laicos, algo que recuerda demasiado el crimen perpretado por otro ultracatólico en Noruega). Pero lo hemos visto por televisión. Los enfrentamientos no se produjeron en Cibeles, Recoletos o cualquiera de las zonas reservadas para las Jornadas, adonde no fueron los laicos. Se produjeron en la Puerta del Sol, donde los laicos tenían autorizada su manifestación y adonde si fueron los papistas.
La casualidad ha hecho que mis vacaciones, este año por el norte de España, coincidieran con las semanas previas al evento. Las ciudades estaban invadidas por hordas de jóvenes venidos de muchas partes del mundo y he tenido la oportunidad de presenciar hechos, desde mi punto de vista, sorprendentes.
En la Catedral de Santiago las misas se sucedían con el altar rodeado de jóvenes separados por sexos, naturalmente, ataviados de uniforme seudo militar (calcetines blancos hasta la rodilla, falda o pantalón corto, camisa militar remangada y boina de medio lado), en posición de firmes portando banderas. Al terminar la misa salían en perfecta formación, militar sin seudo, banderas al viento (cientos de banderas), en una parafernalia que recordaba esas imágenes en blanco y negro de los desfiles de jóvenes, que enardecían a las masas, en la Alemania o Italia de los años treinta del pasado siglo o en la España de posguerra. Por un momento creí ver el ectoplasma de Franco bajo palio dentro de la Catedral.
En Toledo, en una bocatería, compartimos mesa con un grupo de peruanos venidos ex profeso. Debidamente identificados con sus camisetas y mochilas, nos comentaban que para ellos el Papa era lo de menos, venían a hacer turismo: nos lo pagan casi todo, era la única manera que teníamos de venir a España, ya habíamos pedido permiso al gobierno peruano para venir en dos ocasiones y lo denegaron, si embargo ahora lo han concedido. Son otras perspectivas de las Jornadas Mundiales de la Juventud.
Si me lo permiten, diría a los defensores de Ratzinger, que, como dice su catecismo, hagan examen de conciencia y se pregunten porque este Papa suscita ese rechazo allí donde va (ya se están preparado manifestaciones en su país, Alemania, ante su visita a finales de septiembre). El anterior Pontífice vino a España muchas veces y no provocó estas reacciones. Joaquín Mesa Carnerero.
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