La presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, del PP, ha desatado la polémica al preguntar si tras a la exhumación de Franco iba a seguir la quema de iglesias como en el 36, poniendo, una vez más, de manifiesto la pataleta cogida por su partido por el traslado de los restos del dictador. ¡¡¡Cuándo cortará el PP el cordón umbilical que lo une al franquismo!!!
Durante muchos años se nos contó que entre los años 1932 y 1936 se quemaron iglesias y se mataron curas y monjas. Los autores de tales atrocidades eran los “rojos”, término en el que se incluía a socialistas, anarquistas, sindicalistas, comunistas y en general a los republicanos, obviando que muchos de esos republicanos eran de misa y comunión diaria como nuestro paisano y presidente de la república D. Niceto Alcalá Zamora. Todo el que durante la Guerra Civil no hubiera estado claramente del lado de los vencedores, es decir la derecha y los militares traidores, era un “rojo” y por lo tanto responsable de la quema de iglesias y la muerte de religiosos. Nunca se habló de los curas asesinados por los nacionales, que fueron muchos y que no han recibido el más mínimo reconocimiento por parte del Estado ni de la Iglesia. Hasta ahora, ningún religioso asesinado por los nacionales ha sido elevado a los altares como lo han sido los que murieron a manos de republicanos.
Y es verdad que se quemaron iglesias y que, quizás, el gobierno de entonces no supo contener el ímpetu incendiario de unos pocos elementos incontrolados, pero no todos los republicanos, comunistas, “rojos” en general, eran incendiarios, como no todo los vascos son asesinos porque hubiera una banda de vascos que asesinaba hasta hace bien poco.
Pero la historia la escriben los vencedores, y a los de la Guerra Civil Española les interesaba alimentar esa leyenda negra del anticlericalismo y vandalismo de los vencidos. Hoy, los herederos de aquellos vencedores, vuelven a resucitar el fantasma de la quema de iglesias y destrucción del patrimonio religioso.
Pero, paradojas de la vida, lo que está ocurriendo en Cabra en los últimos meses desmonta aquella versión manipulada y deformada que afirmaba el odio visceral de la izquierda hacia lo religioso. Ante las numerosas agresiones sufridas por el patrimonio egabrense en diferentes iglesias del pueblo, agresiones vistas y silenciadas por cristianos que asisten a misa, por la derecha que gobierna y por el pueblo en general, han tenido que ser los representantes de la izquierda los que denuncien estas tropelías y que con ello detengan la destrucción y el expolio del, ya de por si mermado, patrimonio religioso egabrense, han sido los “rojos” de toda la vida los únicos capaces de frenar esa vorágine destructora que, de haber continuado, no sabemos hasta donde hubiera llegado.