He leído que en el último pleno del ayuntamiento de Cabra salió a relucir una cuestión que superaba los límites de lo local: los totalitarismos. No vi el desarrollo de la sesión, ni conozco los términos exactos en que se produjeron las intervenciones, en consecuencia este artículo no tiene otra pretensión que exponer unas consideraciones sobre el significado de ese término y ofrecer una recomendación, desde una óptica profesional, para quienes estén interesados en el tema.

El término totalitarismo está aceptado por la comunidad científica (en el ámbito de la sociología, la teoría política o la historia) para aplicarlo a todo régimen político que reúna una serie de características (sigo a Elena Hernández Sandoica), como son: 1) el control del individuo por el Estado; 2) la instrumentalización del conocimiento para conseguir dicho control; 3) la existencia de un partido que difunde la ideología totalitaria, que está fuertemente jerarquizado y que forma parte de la organización burocrática o está por encima de ella; 4) el sistema de control  policíaco sobre la población; 5) la arbitrariedad en el ejercicio de la represión contra todos cuantos se oponen al régimen; 6) la defensa de una idea milenarista, que persigue la instauración de un nuevo modelo de sociedad y de un “hombre nuevo”, y 7) el control centralizado de la economía, dirigida por el Estado. Esto nos permite establecer diferencias entre estos sistemas y aquellos otros que definimos como autoritarios, o incluso con el fascismo en su vertiente italiana.

Como ejemplos más evidentes de totalitarismo, desde una perspectiva teórica, recurrimos siempre a los regímenes nazi y estalinista, si bien quizás muchos no sepan, y aquí viene mi recomendación, que la equiparación entre la dictadura de Hitler y la de Stalin no fue algo fácil de admitir en la Europa del pasado siglo, y fue posible sobre todo gracias a las aportaciones, entre otras,  de la filósofa alemana Hannah Arendt, quien en 1951 publicó Los orígenes del totalitarismo (en español está publicado en Taurus). En un Prólogo de 1966 a una de las ediciones de su obra, Arendt indicaba: “Este libro estudia el totalitarismo, sus orígenes y sus elementos, así como sus consecuencias, tanto en Alemania como en Rusia, pertinentes en tanto que puedan arrojar alguna luz sobre lo sucedido antes”. A mis alumnos de la Facultad, siempre les recomendé su lectura, a mis alumnos de Bachillerato les suelo seleccionar algún fragmento para que la conozcan. A todos los interesados por comprender el significado de los totalitarismos, los invito desde aquí a que lo lean.

Hannah Arendt era una filósofa alemana, de origen judío, que se vio forzada a abandonar su país y emigrar a los Estados Unidos. Fue discípula y amante de Martin Heidegger, lo cual constituye una parte relevante de su biografía, dado que mientras ella sale al exilio, él se vincula al nazismo. En este sentido puedo añadir que en el año 2000 la editorial Herder publicó la correspondencia entre ambos. Por otro lado, las aportaciones de Arendt en el ámbito de la Filosofía de la Historia y de la Teoría política han sido muy relevantes, y son de interés para cualquiera que se interese por estos temas. Por último, aunque no la he visto, se acaba de estrenar en España una película sobre su biografía, bajo la dirección de Margarethe von Trotta.

Y un dato final, su biógrafa, Elisabeth Young-Bruehl comenta que cuando escribió los primeros esbozos de Los orígenes del totalitarismo, manejó otros títulos como Los elementos de la vergüenza: antisemitismo, imperialiasmo, racismo o también Los tres pilares del infierno. Y recordemos que en su momento fue criticada en algunos sectores de la izquierda por establecer un paralelismo entre nazismo y estalinismo. El tiempo, y la historia, le dieron la razón.