Me ha llamado la atención el titular de este periódico donde se hacía referencia a la consideración del obispo de Córdoba acerca de que la opción de cursar la clase de Religión en los centros de enseñanza es “como un referéndum”. De entrada, comete un error conceptual, pues una consulta plebiscitaria consiste en ratificar o rechazar algo, no en una posibilidad de elegir entre dos o más posibilidades, puesto que de acuerdo con su criterio los alumnos participarían en una gran cantidad de referéndums, como cuando eligen uno u otro idioma extranjero, o con cualquiera de las asignaturas optativas que tienen, o al escoger una de las modalidades de bachillerato existentes. Después he escuchado sus palabras y he visto que se ufanaba del triunfo católico en ese pretendido referéndum, puesto que la materia de Religión la cursa el 95% de los alumnos de infantil y primaria. Supongo que no cita los datos de secundaria y bachillerato porque ya los resultados no son los mismos.
Afirmaba además que, dada la posibilidad de elegir, “más democrático no puede ser”. Pero cabría hacer una trasposición desde el ámbito de la teoría política a esta cuestión, me refiero a la legitimidad de origen y de ejercicio, de acuerdo con lo cual si bien los alumnos eligen de forma libre entre las distintas opciones, no solo la de Religión, existe una diferencia en cuanto al origen de las mismas, puesto que todas proceden de las leyes educativas aprobadas por los poderes representativos, mientras que la presencia de la enseñanza religiosa deriva de unos acuerdos entre España y la Santa Sede, que algunos expertos consideran que podría ser inconstitucional, a lo cual debemos añadir que los contenidos de la materia no dependen de una decisión de las autoridades públicas, sino de la jerarquía eclesiástica, que también es quien decide acerca del profesorado, que no está sometido a los procedimientos de selección del resto de los funcionarios públicos.
En consecuencia, ni estamos ante un referéndum ni ante un marco de actuación democrático, aunque esté amparado por la ley. Por otra parte, en su intervención dejó otras perlas, algunas pertenecientes a los tópicos egabrenses, como considerar que todos los egabrenses, “creyentes o no creyentes”, “sean del signo que sean”, mantienen vínculos con la virgen de la Sierra. Ignoro el procedimiento que siguen todos cuantos hacen esa afirmación para hacer esa generalización, pero yo puedo ofrecer un listado de egabrenses que no sentimos esa vinculación, y estoy en condiciones de asegurar que somos más de uno, que al fin y al cabo era el único guarismo que el Dios bíblico pedía para salvar Sodoma y Gomorra. Y como no podía ser menos salió la cuestión del pasado egabrense como sede episcopal, lo cual exigiría un análisis relacionado con la estructura del Estado hispano-visigodo más que con afirmar que Cabra debía tener su catedral, cosa que nunca existió.
Explicó también en su intervención que se proponía visitar todos los centros de enseñanza, y que algunos se preguntan: “¿A qué viene el obispo a un centro público?”. Su respuesta es que no se trata de un privilegio, sino de un derecho de los niños (y de los padres), si bien el derecho consiste en que “los visite su Pastor”. Por lo que yo sé, el obispo tiene autorización para ir a los centros y visitar a esos alumnos en las horas en las que se imparte la clase de Religión. Ahora bien, dudo de que eso sea posible en centros con muchos alumnos donde esa materia se imparte en días diferentes a los distintos grupos y cursos, lo cual significa que con toda seguridad se interrumpirá el horario académico normal para atender su visita, lo cual no deja de ser contradictorio con las normas que dicta la Consejería en otras ocasiones acerca de la posible interrupción o modificación de la actividad académica. Si no me han informado mal, y eso es así, ¿no se trata de un privilegio? Y a continuación, no tiene ningún problema a la hora de afirmar que los niños visitados se convertirán en propagandistas de su visita (ya sé que no utiliza ese término, pero es lo que se deduce de sus palabras). ¿Por qué no convoca a los padres y a los alumnos por la tarde en las diferentes parroquias e iglesias de la localidad?
Y queda alguna otra cuestión que, por ahora, dejo en el tintero (es que todavía escribo con pluma).
José Luis Casas Sánchez
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