Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Mariana, no; Fernando, sí

Durante el mandato de la corporación municipal de 2015-19, a propuesta del Partido Socialista, formé parte de la Comisión de Memoria Histórica del ayuntamiento de Cabra, y asimismo repetí en la de 2019-23. Desde el primer día acudí con una serie de propuestas, que he repetido en varias de las reuniones, si bien no puedo decir que fuesen rechazadas, es que ni siquiera han llegado a ser debatidas, porque nunca fueron incluidas en el orden del día, a pesar de reiterar mi petición de que pudieran ser objeto de discusión.

Entre mis propuestas se hallaba la de reponer, en el lugar que antes ocupaba la plaza de abastos, un busto de Mariana Pineda, derribado en 1936, y que hoy, gracias al testimonio de los hermanos Moral Valle,  sabemos que se encuentra entre los escombros utilizados para rellenar el espacio del arroyo de la Tejera. Con independencia del simbolismo que esa figura femenina tiene en nuestra historia, quizás el que estuviera en ese emplazamiento de nuestra localidad tuvo que ver con el hecho de que el egabrense José de la Peña y Aguayo fuese, entre otras cosas, su abogado defensor y autor de la primera biografía del personaje.

Cuando supe que se iba a proceder a la remodelación de la plaza, reiteré en la reunión de la Comisión mi propuesta sobre Mariana Pineda, y entonces se me dijo que todo eso dependía del autor o autores del proyecto, si bien entiendo que si el equipo de gobierno ha tenido capacidad para decidir que se mantenga la columna con un relieve procedente del edificio de la Obra Pía, también podría haber expresado su voluntad de que Mariana Pineda fuera restituida. No obstante, por otra vía sí se ha conseguido que entre los Lugares de memoria identificados por el Ateneo Ciudadano aparezca la referencia a que en el centro de nuestro pueblo hubo un reconocimiento a una mujer luchadora a favor de la libertad, recordada por los liberales a lo largo del siglo XIX (en su ciudad natal cuenta con un monumento inaugurado en 1873), llevada a la literatura por su paisano Federico García Lorca en 1925, y homenajeada mediante un sello de correos en 1933, tras una proposición de ley presentada por Clara Campoamor en las Cortes de la II República.

Mariana fue ejecutada en Granada en el año 1831, durante el reinado de Fernando VII. Era la etapa final de aquel monarca, durante el periodo que la historiografía liberal denominaría ominosa década (1823-33). Los egabrenses nos quedaremos sin el monumento, pero en ese lugar he visto que la semana pasada se han instalado dos grandes farolas, de las denominadas “fernandinas” (las hay en otros lugares de la localidad), y que en su pie llevan la corona, la inicial (una doble F), un VII y el año 1832, todo ello como referencia al monarca que no dudó en ejecutar a Mariana y cuya trayectoria llena de felonía atravesó el primer tercio del siglo XIX español: conspiró contra su padre (Carlos IV), se entretuvo en escribir cariñosas cartas a Napoleón mientras los españoles se batían contra las tropas francesas, después derogó la obra de las Cortes de Cádiz (por cierto, la afición por derogar reformas progresistas se mantiene en la derecha española), en 1820 marchó “francamente, y yo el primero, por la senda constitucional”, y en 1823 no dudó en aliarse con un ejército extranjero para restablecer el absolutismo.

Así pues, los egabrenses tendremos una referencia sobre Fernando VII, pero no recuperaremos a nuestra Mariana Pineda, en cuya boca, cuando iba camino del cadalso, puso Federico estas palabras: “¡Libertad de lo alto! Libertad verdadera, enciende para mí tus estrellas distantes”.