El Partido Popular se ha reunido en Sevilla. Ha habido discursos, declaraciones de intenciones y reuniones de trabajo, alguna de estas últimas ha debido ser muy intensa, puesto que los militantes, de cara a tomar decisiones acerca de las mejores soluciones para el futuro de España, le han planteado a su secretaria general cuestiones de tanta enjundia como qué ministro se llevaría a una isla desierta. Ella, tras esbozar una sonrisa y en un alarde de corrección, ha respondido que a ninguno, pues a un lugar de esas características se iría con su hijo y con su marido. Por lo que se ha visto en los medios de comunicación, el formato de la convención se parecía mucho a programas de televisión de los que hacen fortuna en los últimos tiempos, quizá porque, como ellos, estaba vacía de contenido y solo tenía propaganda.
Y cuando han pretendido darle forma con sus discursos ha salido algo como las palabras de Mayor Oreja, que habla de “cultura de la muerte”, pero no porque quisiera dar una clase de antropología, lo cual habría tenido su interés, sino que utilizaba esas palabras para definir la política socialista en un nuevo alarde de imprecisión y de falsedad a las que este dirigente nos tiene acostumbrados. Y el día anterior pudimos escuchar a Aznar, dedicado a glorificar su etapa de gobierno, pero todavía no ha explicado algunas de las mentiras que pronunció en el ejercicio de su cargo. Cuando escribo aún no han llegado los discursos de Arenas, ni el de clausura de Rajoy, aunque a este sí le he visto una intervención en donde repetía una y otra vez la palabra “ya” para señalar que su partido estaba unido y dispuesto para gobernar.
Dentro de cuatro meses se celebrarán elecciones municipales, y esta reunión de Sevilla es un preámbulo de la campaña electoral que se avecina. El PP, alentado por las encuestas, va a desarrollar una campaña basada en las críticas al gobierno, tanto el de Madrid como el autonómico, y en concreto continuará con su ya tradicional petición de que Zapatero y Griñán deberían irse. Están convencidos de lograr en las elecciones municipales una victoria que les servirá como trampolín para ganar en las generales y autonómicas.
En los comicios locales siempre hay que contar con la variable de la persona, del individuo que encabeza la lista, dado que la proximidad de los vecinos hace que se tenga mayor información de la persona que cuando votamos para el Parlamento andaluz, el Congreso de los Diputados, el Senado o el Parlamento europeo. Pero también es cierto que la imagen del partido tiene su peso, de modo que hay un porcentaje de votantes para los cuales esa segunda variable tiene gran valor.
Los andaluces, de cara a las próximas convocatorias electorales, deberían recordar cuál fue el comportamiento del PP con Andalucía durante los ocho años que gobernó, quiénes son los que en más de una ocasión han criticado la formación que se imparte en nuestros centros educativos y cómo han intentado ridiculizar el habla andaluza. Por cierto, con respecto a lo segundo, supongo que no tendrán queja de sus jóvenes dirigentes, formados en un sistema educativo bajo directrices de gobiernos socialistas.
Si, como dice Rajoy, “ya” están preparados para gobernar, siempre podremos responder que, visto lo de Sevilla, con aplausos a Aznar, a Camps o a Mayor Oreja, “ya” entendemos lo que significa y representa la derecha y “ya” sabemos también a quién no tenemos que darle nuestro voto. Para un votante de izquierdas queda ahora la otra cara de la moneda: qué le ofrecen otros partidos, pero eso sería tema para otro artículo.
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