Llevo mucho tiempo pensando que, entre todos, estamos creando una sociedad asquerosa. Y con estos dos hechos que vengo a comentar no hago más que reafirmarme en este pensamiento.
El primero lo vi el otro día en Facebook, un vídeo donde aparecían una madre y su hijo. La madre había ido a recoger al niño del colegio y le había comprado “un detallito” porque había aprobado un examen de matemáticas, que es una asignatura que le cuesta mucho. Bien, cuando dice un detallito todos podemos pensar en una bolsa de chuches, un bote de colonia, una camiseta que le guste mucho de su equipo o, quizás, que le hubiera preparado la comida que a él más le gusta…, siempre algo pequeño, pero que al niño le motive para seguir esforzándose. Pues no, el “detallito” consistía en un Iphone14.
Ya podéis imaginaros cómo me quedé y los comentarios que había sobre el vídeo, y es que no es para menos.
A mí, desde pequeño, me han enseñado que mi obligación es esforzarme en mis estudios y dar el máximo de mí; y claro que en ocasiones me han hecho pequeños regalos o han hecho cosas para motivarme a seguir esforzándome, pero jamás ha sido algo tan desproporcionado como regalar un Iphone (todos sabemos lo que cuestan este tipo de teléfonos) por haber aprobado un examen, por mucho que me costase. Ahora este chico puede pensar que solo debe esforzarse para conseguir todas las cosas materiales que quiera, y si no se las dan se frustrará, y ya tendremos el lío montado. Porque tiene una madre que no sabe educarlo, que cree que por darle todos los caprichos lo quiere más que a mí la mía y que es la mejor madre del mundo.
Qué pena me da esta sociedad del consumismo, donde prima lo material, donde todo el esfuerzo tiene que tener, sí o sí, una recompensa rápida y cara, y esto es lo que estamos creando entre todos. Para mí no hay mayor recompensa que una felicitación, un abrazo, un beso o unas palabras positivas cuando hago las cosas bien, y creo que así debería de ser.
Lo segundo que hace que me reafirme en mi pensamiento, fue un tweet del periódico El Mundo con el que me encontré anoche y que hizo que terminase el día bastante cabreado e indignado. Os resumo la noticia para poneros en contexto: el martes comienza el juicio contra cuatro menores que han “vejado y violado” (cito textualmente las palabras que usan en el titular de la noticia) a un adolescente con Asperger en 2018 (estamos en 2022, han pasado cuatro años, para que veamos lo rápida que es la Justicia). En la noticia se relata cómo sucedieron los hechos según el chico con espectro autista Asperger y los abusos que sufrió por sus compañeros, hasta que les contó a sus padres lo que estaba sucediendo y estos decidieron poner una denuncia. No sólo hubo abusos sexuales, sino que también los hubo psicológicos: profiriéndole frases como: “Qué suerte, te vas a quedar embarazado y tendrás un hijo normal”. Según cuenta la noticia, el niño informó a los profesores del instituto de los abusos que estaba sufriendo, y la respuesta de éstos fue que no dijese nada a nadie. Como digo esto es un resumen de la noticia, pero aquí podáis leerla completa.
Como integrador social que soy, pero, sobre todo, como persona con discapacidad, cuando leí la noticia sentí una mezcla entre tristeza, indignación y el pensamiento de que jamás cambiaremos, de que no vamos a aprender a respetar a los demás nunca. Ojalá me equivoque en esto último, pero al ver situaciones así me da por pensar que es difícil que esta sociedad cambie y aprenda a considerar como “normal” (siempre entre comillas) a quien tiene capacidades diferentes.
¿Qué más tiene que pasar para que nos demos cuenta?, ¿somos conscientes de las secuelas tan grandes que puede tener este niño a causa de los abusos sufridos?, y aunque el daño ya está hecho, ¿qué pasará judicialmente con los abusadores? Son preguntas que rondan en mi cabeza ahora mismo y que no se van de ella.