En este no tan caluroso día, me gustaría tratar un tema que considero importante y del que debería de hablarse, debatirse, solucionarse… Hoy voy a hablar de una historia que nos han contado desde pequeños y que nos hemos creído; una historia que lleva contándose desde hace muchísimos años y que aún hoy está en vigor en la sociedad en la que vivimos.
Antes de nacer, muchísimos padres -vamos a dejarnos ya de la tontería de Adán y Eva o de la cigüeña, por favor…- ya saben si vamos a ser niños o niñas y empiezan a prepararlo todo para cuando nazcamos. Aquí comienzan las absurdeces; si va a ser niña, empiezan a comprar todo de color de rosa: ropa, zapatos, dormitorio pintado de este color, chupete rosa e incluso la colcha de la cama y la lámpara rosas. Sin embargo, si eres niño compran las cosas de color azul, todo igual que si eres niña, pero de color azul. ¿Quién ha dicho que las niñas tengan que ir de rosa y los niños de azul? Pues no tengo ni idea, pero me parece una estupidez de lo más grande. No entiendo qué problema hay en que un chico lleve puesto una camiseta rosa o que, simplemente, le guste este color. A mí mismo me gusta el rosa, y no veo dónde está el problema; no me considero “raro” o “menos hombre” cuando llevo un polo de este color o simplemente porque me guste. En absoluto.
En esta penosa historia que nos contaron y que hoy se sigue contando, también se dice que los hombres debemos ser fuertes, feroces, agresivos… para poder defendernos y poder defender a las mujeres. Digamos que nuestra obligación es trabajar y defender a “nuestras mujeres” (sí, se supone que son de nuestra propiedad y podemos hacer lo que consideremos oportuno con ellas).
A las mujeres, sin embargo, las sitúan en una posición de inferioridad con respecto a los hombres; ellas, según esta triste historia, deben ser sumisas, débiles, comprensivas, respetuosas… No hay que ser un lince para darse cuenta de lo que pretenden inculcarnos desde que nacemos: Los hombres somos los que tenemos todo el poder, dominamos el mundo y debemos ser fuertes, agresivos, dominantes… mientras que las mujeres, que son inferiores a nosotros, deben de guardarnos sumisión y respeto ante todo, y velar por nuestros intereses antes que por los suyos propios.
Bien, esto es lo que dice la historia del patriarcado y que en muchos países está hasta legislado; por supuesto no estoy en absoluto de acuerdo con esto, pues no entiendo por qué tenemos que ser los hombres los que tengamos todo el poder y ellas no. ¿Por qué deben guardarnos sumisión? ¿quiénes somos nosotros para imponerles lo que deben o no hacer o cómo deben pensar? Estas son algunas de las preguntas que deberíamos hacernos al conocer esta historia (evidentemente no cuando somos pequeños, pero sí cuando somos mayores y tenemos conocimiento), pero no todos nos las hacemos, quizás por una falta de educación en valores de igualdad, quizás porque a muchos hombres no les interese que cambien los roles, quizás porque a muchas mujeres tampoco, aunque pueda parecer mentira. Es más fácil para bastantes de nosotros, hombres y mujeres, seguir viviendo en “la historia de siempre”, en el machismo y en un mundo donde nosotros somos más que ellas. ¡Qué pena más grande me da esa gente que es así y no se cuestiona nada!
¿Pensáis que esta hilarante historia acaba aquí? ¡¡¡Ojalá!!! Pero no. Siguen contándonos que las mujeres pueden expresar sus sentimientos, pueden llorar, sentirse débiles y expresarlo a los demás. Y no es que puedan, es que deben de hacerlo porque para eso son mujeres y débiles. Los hombres, sin embargo, no podemos llorar, no podemos expresar nuestros sentimientos, expresar abiertamente cómo nos sentimos en cada momento… En esta parte de la curiosa historia es cuando yo ya me empiezo a cabrear, pero a cabrear de verdad. ¿Cómo que yo no puedo expresar lo que siento y mi hermana, mi novia o mi madre sí pueden hacerlo?, ¿cómo que no puedo llorar? ¿Quiénes se han creído que son para decirnos si podemos o no llorar todo lo que nos dé la gana? Pues no pienso hacer caso en absoluto; pienso seguir diciendo todo lo que pienso y seguir llorando todo lo que tenga que llorar, y a quien no le guste que no mire. Por favor, que no nos engañen…
¿Y qué me decís del tema de las relaciones? Si un chico y una chica (o un hombre y una mujer, da igual) están juntos y la relación termina, y es el chico el que se echa una novia nueva, no pasa absolutamente nada, es el puto amo y olé por él; sin embargo, si es la chica la que establece una nueva relación con otro chico, es acusada, juzgada y criticada por todos… “¿cómo ha podido tardar tan poco tiempo en echarse un nuevo novio? “¡Qué poco respeto le tiene al pobre chico!”… son algunas de las frases que se pueden escuchar. Pero vamos a ver, ¿por qué un chico puede hacerlo y una chica no? ¿Acaso hay que guardar un “luto” como si nos hubiésemos muerto? Si se hiciese con los dos por igual, si los dos fuesen aceptados o incluso si se les criticase a los dos, todavía me callaría; pero es que no, es que una vez más se impone la superioridad del hombre contra la mujer.
Pasa lo mismo con las redes sociales. Si una chica sube una foto en sujetador o sin la parte de arriba, es criticada, juzgada… (podéis meteros en Instagram o Facebook y comprobar lo que os estoy contando); sin embargo, si es un chico el que sube una foto en bañador no pasa absolutamente nada y quizá esa foto no tenga ni comentarios.
Y el remate del tomate llega con los juegos. Nos dicen que una niña debe jugar a las muñecas o a las casitas y que un hombre debe jugar al fútbol o a cualquier otro deporte… Recuerdo que, cuando yo era pequeño, había en mi colegio una chica a la que le gustaba mucho el deporte y que lo practicaba. Por supuesto, era criticada y juzgada por todos, incluyendo algún maestro, ¡faltaría más! Me sorprende que se atrevan a decirnos a lo que debemos o no jugar, no tiene ningún sentido. Esto parece que poco a poco va cambiando.
Estoy seguro de que podría seguir poniendo más y más ejemplos donde el patriarcado y el machismo esté implantado hoy día, pero creo que por hoy es suficiente.
Me vais a permitir que dedique este artículo a todas las mujeres que, día a día, luchan por defender los derechos de todos, a todo tipo de hombres y de mujeres; os animo a seguir luchando, a no rendiros jamás y a seguir defendiendo lo que es vuestro que es lo mismo que lo nuestro, porque el sexo no olvidemos que depende del azar biológico, y es en lo biológico en lo único que debería de haber diferencias.