Decía una sevillana: que pasen por mi puerta, que no te dejen salir ni entrar por ella en una semana, que te dejen tuerta si te atreves a asomarte por tu balcón, eso no es herir mi sensibilidad. Pero si haces tu particular paso al Coño Insumiso te ponen una multita de 4.380 euritos de vellón.
¿En qué quedamos?: ¿La Semana Santa es tradición (declarada de interés turístico) o es religión? Porque si es tradición ¿por qué multarte al entonar una saeta irreverente o realizar una procesión insumisa?, y si es religión ¿por qué no pedir que se multe también a esas cofradías y ayuntamientos por herir sensibilidades irreligiosas, o no nacionalcatólicas, al ocupar puertas y balcones durante días?
La tradición (la que sea) y la religión (la que sea) no puede ser excusa para lo que sea, incluso si ésta está muy extendida o viene de muy lejos.
¡O todos moros o todos cristianos!
Porque tan evidente es que esto de la Semana Santa es una tradición (que va más allá de la religión y alcanza el arte y la expresión popular) como que es una tradición llena de simbología que, consciente o inconscientemente, está ahí actuando ideológicamente de manera poderosa a beneficio de una visión nacionalcatólica de España.
Sí, desde luego, aunque esa ideología actúe inconscientemente sin darnos cuenta por lo habitual (y aunque sea más que descarnada): el himno de España por doquier (asociando España a catolicismo), los legionarios recordando la "toma de Málaga" y la subsiguiente masacre represiva, el alcalde de la mano de las autoridades militares desfilando con el cura delante del paso, la orden del Ministerio de Defensa para que ondeen las banderas a media asta por la muerte del Señor (¿lo harán por la de Buda?), las medallas a vírgenes y los títulos de alcaldesas perpetuas... pero sobre todo la ocupación MASIVA del espacio público DE MANERA TOTALMENTE DESPROPORCIONADA (como incluso se atreven a denunciar colectivos cristianos y católicos de base) que en lugares como Sevilla ocupa más de 300 días al año. Todo ello zarandeado interesadamente, según convenga, o bien con la tradición o bien con la religión, o bien con ambas cosas.
Si caemos en la cuenta de lo profundamente que está injertado el pensamiento nacionalcatólico en todo lo concerniente a este país (en personas que se dicen progresistas también) y cómo ello actúa consciente o inconscientemente, es normal que muchas personas se sientan ofendidas con este dispendio, tanto por lo tradicional cuanto por lo religioso (nacionalcatólico). Nacionalcatolicismo que acude a lo tradicional para perpetuarse, haciéndose presente, repito, de manera TOTALMENTE ABUSIVA y provocando la reacción contraria.
Porque desproporcionado es que un Estado falsamente acofensional no termine de entender que en la Escuela Pública no cabe NINGUNA confesión, ni cabe ninguna subvención a ninguna confesión, ni caben beneficios fiscales, ni prebendas, ni banderas a media asta, ni medallas a vírgenes, ni títulos de alcaldesas perpetuas, ni ocupaciones de espacios públicos de manera desproporcionada y abusivas con la privatización y cierre de calles y plazas. Como tampoco caben las inmatriculaciones, que es el aspecto más descarado del asunto (dignidad y honor, no propiedades, piden desde el portal virtual de Redes Cristianas que piensan que “la Iglesia católica española necesita, a este propósito como a otros muchos, una seria autocrítica. No se puede robar, aunque sea amparándose en una legalidad injusta y de privilegio”).
Por tanto, bien por la religión, la tradición y el turismo (los que vivan en centros históricos a joerse una semana) pero muy bien también por los que critican estas fiestas por herir su sensibilidad o por lo abusivas de las mismas, aunque, criticándolo, sean acusados de herir la sensibilidad religiosa de los demás y acaben multados y señalados: ¡Esa es la diferencia en la escala del respeto!
Por eso, ¡o todos moros o todos cristianos!