Para intentar buscar una solución al problema del terrorismo yihadista, y a sabiendas que un vaso de cristal roto por siglos de colonialismo (con el rencor y el odio que haya podido generar) es muy difícil de recomponer, y sin entrar a mencionar antecedentes como los de Palestina, Bosnia, Afganistán, Irak, Libia, etc, etc. para empezar, sólo para empezar, a lo mejor no hubiera estado mal dejar de financiar a los terroristas de ISIS por parte de EEUU (también de Francia) vendiéndoles armas para ver si acababan de esa manera con Al Assad, o dejar de comprarles el petróleo de los territorios que controlan, o financiar a otros grupos yihadistas (que se enfrentan entre sí) con el criterio del pescador que busca ganancias en aguas revueltas. Tampoco estaría mal que, para empezar, nuestro ministro de Defensa (que debería llamarse de Guerra) dejase de vender armas a través de su empresa privada y de la pública.
Para continuar tampoco estaría mal que apoyasen a los kurdos sirios que son los únicos que están rechazando a los terroristas de ISIS sobre el terreno, y que condenáramos al gobierno turco, por muy en la OTAN que estén, por considerar al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (y a todos los kurdos por extensión) como terroristas. Si no se hace así tal vez sea porque estas kurdas (con las milicias femeninas) y kurdos, al tiempo que se defienden de los terroristas de ISIS, están llevando a cabo una revolución social de corte libertario (laica, interétnica, interreligiosa, antipatriarcal, municipalista, anticapitalista y de democracia directa) que para las potencias occidentales debe ser más peligroso que los propios fascistas del ISIS.
Para intentar solucionar el problema no estaría mal seguir con la acogida de la gente que huye, PRECISAMENTE, de esos terroristas del ISIS (y de otros como el propio Al Assad y los otros grupos yihadistas) y que en número de medio millón vagan por Europa...por una Europa de vergüenza que se torna presta a medidas represivas, de control y guerra y, sin embargo, languidece en la toma de decisiones humanitarias y solidarias.
Y para continuar (aun sin terminar) tener un poco de SENTIDO COMÚN y FORMACIÓN y preocuparse en diferenciar entre árabes-musulmanes-islámicos, islamistas-yihadistas entendiendo que estos últimos: los yihadistas, no son todos los musulmanes sino una inmensa minoría, y que son los musulmanes los PRIMEROS en sufrir (a diario) las violencias de los terroristas y los primeros en hacerles frente.
También deberíamos advertir que muchos de estos yihadistas son nacidos aquí (en Europa) y que de los 5 millones de musulmanes de Francia (entre los que hay muchos militares y policías que están en cuerpos antiterroristas) sólo 3.000 están catalogados de peligrosos, siendo además el 40% de ellos conversos: recién convertidos al Islam, con lo cual dificulta enormemente el asunto.
Porque con tanta geopolítica y colonialismo no habrá solución alguna, y si la respuesta pasa por echar más gasolina al fuego, además de no existir solución estaremos más asentados en la indecencia.
Y que nadie confunda (interesadamente o por confusión) esta reflexión con una justificación de nada ni de nadie. Las justificaciones son cosas de ELLOS: de los criminales, a un lado y otro, las mismas y con los mismos repugnantes argumentos (pero a la inversa). Son ellos los que SIEMPRE justifican sus crímenes por los crímenes ajenos...y somos NOSOTROS los que siempre sufrimos por sus decisiones, mentiras, engaños, negocios, geoestrategias, violencias.
Al final, como siempre, es la gente sencilla la que paga los platos rotos de tanto criminal de Occidente y tanto criminal de Oriente…y con tanta hipocresía, mentiras y crímenes quien también pierde es la verdad y la decencia.
Vayan mis pensamientos en estos días aciagos con el pueblo parisino, y vayan con ellos mis recuerdos de la Comuna de París, de aquel acto rotundo y glorioso de verdadera creación artística (como si de una performance anticipada se hubiera tratado) en donde los revolucionarios, guiados por artistas, echaron abajo la Columna Vêndome. Era el símbolo del imperio francés, del colonialismo, de la guerra, del nacionalismo rancio, del capitalismo, de la xenofobia, de todo aquello que quería destruir el pueblo parisino acosado por las tropas prusianas y abandonados y traicionados por su propio gobierno.
Esa columna cayó por tierra entre cantos y algarabía. Después la reacción restauró la Columna y la volvieron a levantar, y hoy se restaura con el patrocinio del Ritz y el toldo donde se anuncia. Pero ese pueblo de París siempre estará ahí, sin números ni cantidades, a través del espíritu y de esos ecos de los pasos que al oírlos les advertirán de confusiones, de fanatismos, de xenofobias, de mensajeros del miedo, de la guerra, la venganza y el odio.