Como señalé en el artículo anterior, hubo dos egabrenses que formaron parte, aunque fuera por unos meses, de las Cortes reunidas primero en San Fernando y luego en Cádiz entre 1810 y 1813. Aquellas sesiones parlamentarias, las primeras de nuestra historia, se caracterizaron por poner en marcha unas medidas legislativas cuyo objetivo era desmontar las estructuras del Antiguo Régimen en nuestro país. También representaron el punto de arranque de dos maneras de estar en política, una la de quienes se manifiestan siempre desde la intransigencia, y otra la de aquellos que expresan su disposición al diálogo, que se muestran generosos, en definitiva, que son liberales, tal y como nos explicó hace tiempo en un excelente trabajo el recientemente desaparecido Juan Marichal.
Pues bien, según expliqué, uno de los diputados era el egabrense Antonio Alcalá-Galiano y Alcalá-Galiano. El otro fue Francisco de Paula Nogués y Acevedo, que había nacido en Cabra el 2 de julio de 1755 y que falleció en Madrid el 11 de noviembre de 1820. En el Real Colegio de la Purísima Concepción de Cabra estudió tres años de Filosofía y uno de Teología. Obtuvo el título de Bachiller en Leyes (Derecho Civil) en la Universidad de Granada el 25 de septiembre de 1773.
Entre el 1 de octubre de 1773 y el 1 de abril de 1774 asistió al estudio y academia de un abogado de la Real Chancillería de Granada. Continuó su formación en Madrid, donde también se forma en los estudios (despachos o bufetes los llamaríamos hoy) de otros dos abogados. En 1779 solicitó su ingreso en el Colegio de Abogados de Madrid. En el expediente para su admisión figura una encuesta realizada a doce testigos, algunos de los cuales habían sido compañeros de estudios, la mayoría de ellos de Cabra.
En 1808 formaba parte de la Sala de Justicia del Consejo de Hacienda como Asesor y Subdelegado general de Mostrencos. En ese mismo año era representante del citado Consejo en la “Dirección y Juzgado de Correos, Postas, Caminos, Posadas, Canales, Mostrencos, Vacantes y Abintestatos de estos Reinos, de la Real Imprenta y de Correos y Postas de las Indias”. Al final de su vida ocupaba el puesto de Fiscal del Supremo Tribunal de Justicia, cuando tuvo que pedir permiso para “tomar aguas” como consecuencia de una enfermedad. En ese momento es cuando el rey lo nombra Magistrado del mismo tribunal.
Fue elegido diputado por Córdoba en la elección de 21 de mayo de 1813, por el procedimiento de las provincias libres de los franceses; el alta la obtuvo el 7 de junio, y al día siguiente juró su cargo. Perteneció a la comisión de Justicia (que presidió) y a la de mayorazgos. Su baja como diputado se produjo el 20 de septiembre de 1813. Unos días antes, el 14 de septiembre, las Cortes habían cerrado sus sesiones en Cádiz y se hallaban dispuestas a perder su condición de “extraordinarias” y a transformarse en “ordinarias” con reuniones en Madrid. El ya citado Agustín Argüelles narra también lo sucedido en esa última sesión, cuando los diputados, “después de estrecharse unos a otros con lágrimas de ternura y de la más afectuosa cordialidad, con una conciencia pura y satisfecha, se separaron entre las bendiciones y aplausos de un pueblo generoso, leal y reconocido”.
Claro que el espíritu liberal de las Cortes no se mantuvo mucho tiempo, porque el restablecimiento del absolutismo por parte de Fernando VII hizo que, como nos dice Josep Fontana, todos aquellos que se despedían emocionados acabaran transformados unos en perseguidores y otros en perseguidos
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