Se atribuye a Gebbels la frase de que una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad.
Puede ser que sea cierto y que esta expresión le corresponda, pero de lo que no hay duda es de que las izquierdas la han hecho suya y a fuerza de repetir machaconamente y sin cesar mentiras insostenibles han logrado que ciudadanos que no tienen la menor capacidad de crítica las acepten como verdades incuestionables.
Una y otra vez los irredentos izquierdistas proclaman las bondades del socialismo-comunismo como la panacea que cura todos los males.
Pero, a poco que se hurgue una pizca y se levante el barniz ficticio que la recubre nos daremos cuenta que esta doctrina no puede sustentarse ni mantenerse lo más mínimo.
Proclamar la lucha de clases y levantar a las masas para que se enfrenten a muerte con el Capitalismo, está totalmente fuera de lugar en los tiempos que vivimos. Si eso tuvo razón de ser en algún momento fue a finales del siglo XIX y principios del XX, cuando la Revolución Industrial y los desdichados trabajadores del campo se sujetaban los pantalones con un hiscal.
En los momentos actuales hasta el más humilde peón de cualquier oficio puede tener su vivienda propia, un coche, un televisor y disfrutar de comodidades impensables en otros momentos históricos, y la posibilidad de adquirir el bien que desee, por ello no haya razón ni fundamento para sublevar a los trabajadores y enfrentarlos en una lucha de clases, pues estas están tan diluidas y su frontera es tan tenue que es difícil distinguir a quien posee bienes del que no tiene capital.
Hay un dicho que reza: “Por sus frutos los conoceréis”, pues bien, veamos los frutos que ha aportado el comunismo-socialismo a los países en los que se ha impuesto, normalmente por la fuerza, tras una subversión del poder anterior establecido.
La primera gran revolución comunista se dio en Rusia en 1917, y tras dos generaciones y media, o sea después de 74 años se produce la disolución de la República Soviética y pasa Rusia a integrarse en la economía de mercado.
Los males sin cuento que padeció el pueblo ruso que hayan llegado a conocimiento público son incontables, hambre, persecuciones, matanzas injustificadas, campos de concentración, privación de libertad y una inacabable lista de desgracias.
Otro país de gran predicamento en el mundo occidental en el que triunfó el comunismo en 1959 es Cuba, aunque a su régimen político se le conozca como un socialismo de Estado por la férrea planificación de la economía y un control total estatal de los medios de producción.
La situación actual después de la caída del bloque comunista ruso, desde 1991, es de una crisis permanente por la falta de materias primas que Rusia le proporcionaba y la protección armamentística que recibía de ella.
Otros frutos que se pueden recoger, pues están a la vista de todos en los medios de comunicación, son los producidos por la Venezuela chavista en la que impera un feroz comunismo y una represión sin mesura.
Este magnífico país posee riquezas sin cuento que enumerarlas sería una pérdida de tiempo, pero está sumido en un régimen de terror, con una indigencia que tiene a sus habitantes hundidos en la miseria y en unas condiciones de vida infrahumanas.
Quienes nos traen noticias de allí nos hablan de la penuria de sus habitantes, la falta de alimentos, las horas de espera para conseguir aunque sea una mísera barra de pan, la indignante situación de los hospitales y centros de salud en los que falta lo más elemental para realizar una cura de urgencia.
Los que allí viven y tengo noticias fidedignas de ello por un amigo venezolano, aunque nacido en España, que es profesor de Filosofía y eminente latinista de una de las más renombradas universidades del País, cuyo nombre omito para evitarle represalias, y que frecuentemente estamos en contacto y me envía no sólo noticias sino hasta fotografías de casos en los que se pone de manifiesto la falta de los productos más necesarios para poder sobrevivir.
Precisamente mientras escribo estas líneas recibo un correo de él con una fotografía de una gran autopista venezolana, tomada en pleno día, en la que no se ve ningún vehículo circulando. El lacónico comentario que la acompaña es: “Así está el viaducto ahora, en un día regular, vacío”.
Nos preguntamos, ¿vacío porque no hay personas que vayan a su trabajo? ¿porque no se puede adquirir gasolina por su escasez o elevado precio? Él no lo dice por temor a la censura, pues más de una vez me ha mando comunicaciones que han sido suprimidas por los de Maduro.
Más de una vez me ha dicho que en Venezuela no habrá democracias mientras la comunista Cuba no la abandone y deje todos los resortes de poder que domina.
Todavía hay mentecatos en España que defienden el chavismo y sostienen que allí se vive bien.
¿Hablamos de China?, pues bien hablemos: Parece una contradicción en los términos, una paradoja, un oximoron. Pero no es así: solemos pensar en categorías puras cuando la vida es mucho más compleja; las paradojas existen en el mundo real. China es en realidad un país de comunismo hayekiano, pues Hayek se encontraría en muy feliz China, al ver que sus teorías neoliberalistas, las ha puesto en práctica un país comunista.
Tras una férrea economía comunista que se ha extendido desde mediados del siglo XX hasta aproximadamente 1978, los gobernantes chinos han descubierto las bondades del capitalismo y practican una paradoja, tiempo atrás, inconcebible: el matrimonio entre comunismo y capitalismo.
Por definición ambos son incompatibles, pues el primero niega el libre mercado y el segundo lo reconoce e impulsa. Sin embargo los chinos han demostrado que pueden maridar muy bien. Al igual que ocurre con el representante del comunismo leninista en España, Pablo Iglesias. Su movimiento en contra del poder establecido, la Casta como lo denominaba, tenía que desaparecer, pues asaltaría el cielo (sería el Gobierno, pues él es ateo) para imponer un comunismo en el que no hubiese clases sociales.
Una cosa es predicar y otra dar trigo. En el momento que ha tenido la oportunidad, se ha igualado a la Casta y vive en una mansión que ningún comunista, como no fuese de la clase dirigente, se podría permitir en su vida.
Lo dicho: mentiras, falacias, trampantojos, son las armas de las izquierdas.