José Luis Casas Sánchez

Esta publicación digital que nace en pleno verano, por lo que yo sé, no establecerá una línea editorial, sino que estará abierta a una diversidad de opiniones. Por ello me parece necesario, al tiempo que honesto desde el punto de vista intelectual, dejar presente desde el primer día cuál es la orientación que daré a mis colaboraciones.

No pretendo dar una definición ideológica, sino dejar sentado el método en el que sustentaré mis opiniones, en las cuales lo histórico tendrá un peso específico importante por razones profesionales. En definitiva, estas primeras líneas no son sino una declaración de intenciones.

No soy capaz de precisar en qué momento nació mi interés por la Historia, aunque siempre he pensado que aquellas lecturas interminables de los tebeos de El Capitán Trueno me condujeron por el camino de conocer sociedades y sistemas de vida diferentes, personajes que pertenecían a culturas distintas y lugares lejanos pero que sin embargo aquel aventurero nos acercaba de manera tan nítida. Pero con ser importante esa y otras lecturas, también valoro la posible influencia que pudiera tener mi afán infantil por hacerme preguntas y por intentar dar respuesta a cuanto me rodeaba, puesto que a veces me resultaba incomprensible. Hubo un momento, que no puedo precisar, en el cual percibí que la Historia consistía precisamente en eso: plantear incógnitas, interrogantes y tratar de obtener respuestas. La lectura de la obra autobiográfica de algunos historiadores me ha convencido luego de que ese planteamiento es una constante en cuantos nos dedicamos a esta disciplina.

Mi interés profesional se centra en el periodo contemporáneo, pero no me resisto a la lectura de una buena obra de cualquier otra etapa. Una de mis diversiones recurrentes es trasladarme de manera imaginaria a distintos momentos de la Historia, y situarme ante determinados hechos desde los conocimientos de aquel tiempo, como si ignorara todo cuanto ha pasado desde esa hipotética situación en la que me coloco. Suelo repetirme una pregunta a la vista de los atardeceres. En los últimos años acostumbro a planteármela muchos días sentado en la terraza de mi casa, desde la cual no veo las puestas de sol, pero sí observo su reflejo sobre las montañas de enfrente, entre ellas la Camorra, y un poco más a la izquierda Jarcas (aclaro que escribo desde Cabra). En este último lugar, junto a un manantial también denominado Jarcas, se tiene constancia de asentamientos humanos desde muy antiguo, y el interrogante que me planteo es cuál sería la reacción del grupo humano que vivía en ese lugar cuando cada día se ponía el sol. Quizás se preguntarían por qué desaparecía, pero sobre todo su gran interrogante debía ser si era la última vez que veían esa luz tan preciada y fundamental para su supervivencia.

Y así, un día y otro la incertidumbre del atardecer daría paso a la alegría del amanecer. Hoy, y desde hace años, tenemos respuesta para esa pregunta, sabemos por qué se pone el sol e incluso precisamos la hora a la que aparecerá al día siguiente. Podríamos convenir en que es una respuesta universal, y quizás podríamos admitir que la pregunta de hace miles de años también lo era. La conclusión que extraigo de esta reflexión es que un medio de comunicación que nace en el sur de Córdoba no tiene por qué caer en el localismo, y al igual que hace miles de años, nuestra obligación es plantearnos preguntas universales, aunque a veces nuestras respuestas puedan parecer particulares por su aplicación al medio geográfico que nos rodea. Esta afirmación no tiene nada que ver con la globalización, sino con la propia realidad del ser humano, con su capacidad para plantearse preguntas y dar respuestas válidas para los del norte, los del este, los del oeste y por supuesto también para todos cuantos, como nosotros, viven en el sur de algún lugar del mundo.

José Luis Casas Sanchez*

Historiador*