Me gustaría escribir que parece mentira lo que está pasando en Cataluña tras el fallo del Supremo sobre los hechos del referéndum ilegal y la proclamación de la república catalana, más ilegal si cabe. Pero no, no es mentira, es la penosa realidad que vivimos los españoles con perplejidad, a pesar de que muchos ya sabíamos que todo esto iba a pasar. Y esa perplejidad se puede traducir en miedo por parte de algunos, en sorpresa por parte de otros, en rabia, en indignación, en incomprensión, en estupor, y hasta en resignación, siempre dependiendo de cada cual.
Unos hablan de vandalismo callejero, otros llegan a calificarlo de terrorismo puesto que siembran el terror, como muchos catalanes también han declarado. Colau calla y Torra dice que basta de violencia, pero con la boca pequeña, porque sin lugar a dudas que él y su pandilla de desalmados son los que están detrás de todo el montaje vandálico. La CUP, el brazo político de la extinta (o no) banda terrorista Terra Lliure, se lo pasa estupendamente asistiendo al espectáculo de su catalana kale borroka. Y dentro de este sinsentido parece que Junqueras, desde la cárcel, es quien muestra mayor grado de sensatez rechazando la violencia de pleno, otra cosa es que siga con la cantinela de la no renuncia a la autodeterminación, pero insiste en que sea pacífica, ojalá añadiera que también se hiciera conforme ley.
Los miembros de seguridad son los que terminan pagando el pato de lo que los políticos o jueces deciden, y se juegan la vida pareciendo que son los culpables de algo, cuando son inocentes de todo. Se les insulta, se les provoca, se atenta contra ellos por parte unos “pacifistas” que solo buscan justicia. Por eso es que van encapuchados y se citan colegiadamente con consignas paramilitares a través de internet, por eso les lanzan ácido, vallas, piedras, y todo lo imaginable e inimaginable, queman contenedores y coches y destrozan los locales comerciales que se encuentran a su paso. Mentes perversamente manipuladas desde su infancia que destilan odio a su paso, proclamando que la extrema izquierda es la salvación de Cataluña. Se ve que a esta gentuza se les omitió en su “proceso educativo” la figura de Gandi y su cruzada verdaderamente pacifista que, por cierto, dio sus frutos.
Pero estos no votan a Torra, no lo hacen porque el mentecato este es de derechas, como el que más ha robado a los catalanes, Pujol, así que qué pasa aquí. Pues es muy sencillo. En el tema del independentismo catalán no hay izquierdas ni derechas, hay nacionalismo, como nacionalismo hubo cuando Franco dio el golpe de Estado y se apoderó de España durante cuarenta años, nacionalcatolicismo para más señas. Esto y aquello es lo mismo, nacionalismo. Este mal que está ligado al egoísmo, al narcisismo, al egocentrismo, siempre con cortas miras y un ombligo enorme al que todos miran. El nacionalismo es como el burro al que se le colocan dos viseras a izquierda y derecha de sus ojos para que solo vea lo que hay de frente, perdiéndose la mitad de la visión que es lo que hay a ambos lados y que suele ser lo mejor: las flores, los árboles, los valles, los lagos, los ríos; el burro solo ve las piedras del camino…
Y claro, el efecto que provoca lo que cada noche vemos en las televisiones que se vive en Barcelona es el hartazgo, y eso a su vez crea en la gente el efecto de reacción, que básicamente se queda en opinar que mano dura para acabar con el problema, y cada día la mano se quiere que sea más dura, y cada día son más los que se suman a esta petición.
¿A quién esta beneficiando este penoso asunto? No me cabe la menor duda que a la extrema derecha. En Andalucía, los torpes Moreno y Díaz le hicieron a Vox la campaña electoral. Luego fueron Rivera y Casado, fundamentalmente, los que le hicieron la campaña en las generales. Pero quien siempre está ahí detrás empujando a favor de Vox es el nacionalismo catalán, entre unos y otros han revivido una ideología que prácticamente estaba extinta en España. Se que cohabitaba en el seno del PP, pero residualmente, nunca a la cabeza. Ahora tenemos a un crecido Abascal que sonríe ante las encuestas sin rubor, y a él se le acercan muchos desencantados del día a día catalán, gente que piensa que si Abascal gobernara no pasarían estas cosas.
A mí que me tira la ideología progresista también me meto en el saco de los que ya están hartos, pero por mucho que Torra siga en sus trece no va a lograr que me acerque a Vox. Conmigo es una batalla perdida, a pesar de que vivo con desolación la actitud de los que se sitúan más a la izquierda, que confunden los términos y opinan que si los catalanes quieren votar sobre su independencia pues que lo hagan, obviando algo tan sagrado para un demócrata que es el respeto a la Carta Magna. Ese buenismo de gran parte de la izquierda me saca de quicio, a la hora de defender a la madre de nuestras leyes no puede haber vacilaciones, ninguna, otra cosa es que nos pongamos de acuerdo y la modifiquemos siguiendo el procedimiento que ella misma establece.
La izquierda también debe ser contundente, aquí no hay lucha de clases, hay lucha en las calles, y una lucha de estilo guerrilla callejera, así que debe condenar sin paliativos y pedir que se pongan todos los medios para que en Cataluña se viva en paz como en el resto del país. Aquí todos contra el nacionalismo, se sea de derechas o de izquierdas, si esas ideologías en Cataluña se quedan atrás a favor del nacionalismo, también deben quedar atrás contra él tanto en Cataluña como en España.