En matemáticas, como es bien conocido, el cero es la nada, el conjunto vacío. Sin embargo, ha sido capaz de generar una abundante literatura en torno a su uso, hasta el punto de que las matemáticas no se conciben sin él. Por otro lado, cualquier estudiante sabe el valor simbólico que posee cuando es utilizado para representar la calificación que se le asigna, si bien es cierto que la recepción que se hace de esa nota ha variado con el paso del tiempo. Cuando yo era estudiante de bachillerato, provocaba pavor que te pudieran asignar esa nota, sin embargo hoy son muchos los alumnos que exhiben orgullosos un examen en el que consta la misma.
Todos sabemos, además, que el valor del cero cambia según cuál sea su posición cuando acompaña a otras cifras. Si está a la derecha, la multiplica por diez; pero si está a la izquierda, no la modifica. Al pensar en esa característica del cero, la he relacionado con las elecciones, en particular con las elecciones municipales, que poco a poco se acercan. Cuando acudimos a las urnas, nuestro voto se convierte en un sumando, el conjunto de los sufragios son ceros que se suman a la derecha del partido elegido. Nuestro acto sirve para multiplicar el valor de esa formación política o la del candidato que encabeza la lista, en especial cuando estamos en unas elecciones locales, donde el alcaldable juega un papel importante.
Pasan las elecciones, se forman los gobiernos municipales de acuerdo con los mecanismos legítimos de mayorías y minorías, y a partir de ese momento nuestro voto puede seguir dos vías: o bien se mantiene en ese espacio donde multiplica, y en ese caso nos identificamos con quienes hemos votado (tanto si gobiernan como si están en la oposición), o bien vemos cómo poco a poco se desplaza hacia la izquierda, de tal modo que llega un momento en que no coincidimos con esa manera de gobernar o con esa forma de actuar desde la oposición.
Este fenómeno lo he relacionado con las elecciones municipales porque en ellas la cercanía del votante a los candidatos y a su actuación posterior es mucho más próxima, en especial cuando nos movemos en el ámbito de un pueblo. En consecuencia, a la hora de votar mi consejo es que cada uno analice si su voto, en estos últimos cuatro años, se ha mantenido a la derecha o se ha desplazado a la izquierda del partido y candidato elegido. No me pregunten por el resultado, porque aún no he puesto en marcha este modelo de análisis, pero si se me permite una aclaración de carácter personal, debo decir que si realizo este ejercicio sería una de las pocas situaciones en que me satisfaría hallarme a la derecha.
Hace unos años, al publicar un estudio de las elecciones municipales en Cabra en la desaparecida revista “El Paseo”, en colaboración con mi amigo José María Garrido, terminábamos con una cita de Quinto Tulio Cicerón cuando aconsejaba a su hermano Marco cómo debía comportarse durante la campaña electoral. Ahora quisiera acabar con la recomendación de otro clásico, que he encontrado en un artículo de un personaje a cuyo estudio me dedico en los últimos meses. En este caso tiene que ver con el comportamiento que debe tener el político, incluso cuando no ha alcanzado el poder. El autor elegido es Séneca, quien decía: “Si la fortuna te separa de los primeros puestos de la república, permanece firme y ayuda con tus voces. Si alguien te aprieta la garganta, permanece en pie y ayuda con tu silencio. Nunca es inútil el trabajo de un buen ciudadano; está aprovechando con que se le vea y se le oiga, con el rostro y con el gesto, con su obstinación callada y con sus mismos pasos”. Claro que esa misma recomendación es ampliable a todos los ciudadanos.
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