Hace algo de tiempo que uno está como constipado. Enrarecido con uno mismo, de pensar en ese ambiente mediático –político – social, que nos mueve en nuestro país. No tengo claro lo de “nuestro”, porque no sé bien de quién es, o quienes lo quieren gobernar. Pero pienso en esta agonía política que nos martiriza ante la irracionalidad de la madrastra que debiera servirnos para algo más, además de exprimirnos y dejar a muchos a medio comer, de no ser por los jubilados que tiran de su corta pensión. Y hablo sólo del entorno que conozco. Es decir, de lo que veo, oigo y siento. Del ámbito que me rodea, sin otro remedio. La Era PP – PSOE ha terminado. Habrá pues, que sacar capacidad creativa y voluntad de hombres de Estado, que quiero pensar que la hay, para hacer grandes cosas en beneficio de una sociedad mejor y más ecuánime.
Y se me ocurre acercarme a la palabra “objetividad” y leo: ‘calidad de objetivo’. Y por añadidura: “objetivo, va”. Encontrando clarísimos y concluyentes senderos, como acepciones. Y a modo orientativo, la que viene al caso, dice: ‘perteneciente o relativo al objeto en sí y no a nuestro modo de pensar o sentir’. Y esto me hace cavilar sobre nosotros, que somos todos. Y si lo que generalmente hacemos, es lo verdaderamente objetivo en nuestro hacer y está en concordancia con los ideales sociológicos que propugnamos. Quiero decir si son políticamente correctos, o si sólo somos socialmente solidarios con nuestro único egoísmo sectario y partidista, o pensamos en lo que objetivamente conviene para todos, mayoritariamente.
Y me sigo leyendo: “Desinteresado, desapasionado” y aquí topamos, amigo Sancho, con la iglesia. Viendo en nuestros responsables políticos el sobresaliente exceso de apasionamiento partidista, y el poco interés por lo colectivo. Quiero decir, interesados por el bien de todos. El bien para la sociedad, que es el porvenir. Porque la pasión es objeto de un sofoco temporal, aunque pueda ser emocionante. Y sólo interesa a los partícipes del banquete. Y leo: Filosofía. “Dícese de lo que existe realmente fuera del sujeto que lo conoce”. Y observo que, lo que existe fuera del sujeto apasionado, es una necesidad imperiosa de que nos pongamos a trabajar con eficiencia objetiva, y echemos fuera de sí los egoísmos e intereses de partido, en bien objetivo. Y haciendo que retornen los capitales de los paraísos fiscales.
Creo que la ciudadanía sabe lo que quiere y lo que necesita. Y quiere que echemos a andar, porque los atascos son aburridísimos y se comen el tiempo y las ganancias. No es una buena lógica. Y percibo en la ciudadanía una madurez democrática suficiente tal, que anhela oír otra canción, y no la que viene oyendo. Y esta madurez, me temo que no ha llegado aún, a sus señorías. (¿De dónde viene la palabra señoría? ¿Vendrá de ‘señorito…’?) E intuyo que, el ciudadano está, objetivamente, un poco por delante de todo ese trajín de dimes y diretes, que es la acción subjetiva de la política al uso de nuestro tiempo, y sabe que ésta debe estar al servicio del pueblo y no viceversa. Pero somos tan folklóricos, que estamos perdiendo, entre cantos de sirenas, la mejor oportunidad de la historia para hacer un país de ciudadanos asépticos y libres. Sabiendo que nadie es libre ni lo es nada. Sólo hay que sentarse con voluntad, apartando las diferencias y entre todos hacer que colectivamente y objetivamente funcionemos con buena lógica. Porque hay cosas bien hechas y muchas, que deben mejorase, erradicando otras. Pero hay que querer.
Procurémonos pues, la buena vecindad, pero eso sí, sin que nadie se lleve el dinero ajeno a su paraíso celestial, porque por ahí, nos quedamos los demás en el paro; y eso es la catástrofe. Y esto, conociendo ya la condición del hombre, hay que poner todos los medios habidos y por haber para evitarlo. Es una cuestión de ética y conciencia. Y recuérdese: la libertad es un bien que podemos disfrutar todos, siempre que ninguno abuse de su poder.
Y sé, y lo sabemos, que deberíamos predisponernos a trabajar seriamente antes de firmar el acta de diputado para cobrar, en vez de dormir en el escaño. Creo, modestamente, que tenemos un país maravilloso y derecho a decirlo y a pensar constructivamente. Es decir, tratar de ser algo lógicos y vivir con objetividad y sin parámetros de odio y de sillas, porque hay sitio para todos, pensando en todos y con la mano puesta en el corazón…, ahora tenemos esa oportunidad, que parece remota e imposible, de sentarse a hablar y cambiar, sintiéndonos y haciéndonos oír con propuestas para que salten por los aires todo lo que haya mal, poniendo en marcha, con buena voluntad, lo que hay de bueno. Que lo hay, ¿verdad? Sabiendo de la necesidad que tenemos de entendernos y hacernos entender, pero con voluntad responsable. Recordando, y concluyo, aquella máxima del poeta Pedro Salinas: “…que se acostumbren los unos a los otros, porque eso es más que amarse”.