Lo que vi anteayer en las calles, en ese 8 de marzo, anteayer tarde, me hizo revivir en la esperanza. Hacía tiempo que no veía una marea de tantas personas pacíficamente, y solo reclamando dignidad tan inmensa por las calles y a una sola voz, a un solo grito reivindicando justicia, igualdad y ese No, rotundo, a tanta violencia machista, de género o de cerebros vacíos, y a tantas cosas más, que son incomprensibles y que necesitan ser revisadas y asumidas en la dirección adecuada, correcta y ecuánime.
Anteayer se pedían y vindicaban muchas cosas justas en una sola voz hecha multitud unánime. Se pedía igualdad; que dicho así, no parece muy entendible. Pero esa igualdad no puede empezar en una azotea. Debe empezar en los cimientos de la casa. Y eso se pedía y así lo interpreto y lo digo a los cuatro vientos. Esa igualdad y esa justicia y ese todo, debe empezar en la EDUCACIÓN, en los principios básicos y cognitivos. Anteayer se pedía un NO sonoro a los abusos de todo tipo y esto me emocionaba. Se pedía un No a las manadas, un No a las violaciones, un NO a las palizas de niños y niñas en las escuelas por niños y niñas, también por manadas; un NO al acoso de cualquier género, un NO a la desigualdad salarial en igual trabajo, un NO a ser desiguales en el país donde reina la mayor desigualdad educativa y cultural. Se pedía un NO al entusiasmo por las fechorías juveniles y no tan juveniles dadas a colgar en internet. Y esto, es todo educacional; familiar, comunidad educativa, gobiernos, responsabilidad cívica. Porque queda mucho por hacer.
Cuando anteayer veía tantas mujeres y hombres llenando las calles con sus voces entusiasmadas, sentí la ilusión de los años 70 del siglo pasado (siempre acudo a esos años). Y es que allí empezó todo. Todo lo que hay hecho. Y tengo la sensación de que todo está hecho desde los mercados y los despachos en pro de las plusvalías, los beneficios, los intereses, las inmobiliarias, las bolsas de cotización, las eléctricas, la deseducación y el no respeto a la ética con sus puertas giratorias, olvidándonos de la materia prima: “EL SER HUMANO”, con la deshumanización de las manadas y el aquí vale todo. ¡Qué no!, que no vale todo, porque en algo hay que diferenciarse de los animales (y que me perdonen los simios).
En aquellos años había ilusión, había… todo lo que quisimos hacer y que he venido perdiendo a lo largo de esta desesperanza. Y anteayer, como el Ave Fénix, resurgí de mis propias cenizas. Ahora hay que ponerse a trabajar. Esa es la clave: EL TRABAJO y la voluntad de trabajar. Hay que dejar de humillar a quien trabaja y hacerlo todos juntos. No hace falta ser radical, para ser honestos y educar en la dirección ética, formal y seria, para que el país funcione y funcionemos en la felicidad, en la igualdad, en la dignidad, en el respeto mutuo, y en todo eso que tú estás pensando visceralmente. Y esto empieza también en la criba de los partidos políticos a la hora de asignar cargos de responsabilidad, para evitar las corrupciones tantas. ¡Qué no vale todo lo que entra! –decía yo en aquellos felices años 70, y aquí estamos, casi muertos, aunque queriendo resucitar. Y recordando seductores discursos de algunos que hoy están bien colocados y de cuyos nombres no quiero acordarme por aquí, amigo Sancho.
Anteayer recuperé algo de mi ilusión perdida, algo nuestro que dejábamos en el saco del olvido. Donde parecía ya muerto, y que es indicativo de que somos personas. Anteayer fui otro y rescatado. Espero que se tome buena nota y se corrijan tantos entuertos desgraciados, y este país de muchos ciegos empiece a ver. En fin, que en las manos de todos estamos todos. FELICIDADES, y ¡Adelante!, con cabeza y corazón, y sensibilidad… Mujeres, hermanas, madres… Almas siempre en lucha, y hoy más que nunca, por un país en libertad para sus hijos e hijas, donde brille la justicia y la igualdad sin miedos… Estamos vivos como país… Anteayer lo vi, luego, hay Esperanza.