Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Sorpresas navideñas

Hay ciudadanos entregados a la actividad relacionada con el mundo de las cofradías de Semana Santa (en adelante, SS). Y no me refiero a que se conviertan en espectadores de ese espectáculo que cada primavera llega a nuestras calles, sino a que son partícipes del mismo, no les importa dedicar su tiempo y su esfuerzo a que cada año se cumpla con algo que en parte tiene que ver con la tradición, en parte con la religión, también con el folklore (en sentido antropológico) y donde por supuesto se han producido innovaciones, no hay más que leer documentos o mirar fotografías para comprender que la SS en nuestro pueblo ya no es lo que era, lo cual no significa que sea ni mejor ni peor, y por supuesto no seré yo quien haga un juicio de valor desde ese punto de vista, ya que estoy al margen de esas celebraciones y sólo de modo ocasional intervengo como espectador, en particular si hay música de calidad.

Baste un ejemplo de lo que han cambiado las cosas. El obispo de Córdoba, Martín de Barcia, publicó una disposición en 1769 en la que ordenaba que todas las procesiones se hicieran de día, al tiempo que asumía una Real Cédula en la que se afirmaba que “dichas procesiones estén al ponerse el sol en las iglesias de donde salieron; que no se baile en los templos, sus atrios ni cementerios, ni delante de las imágenes de los Santos”. La razón por la que se prohibían las procesiones nocturnas era evitar a esas horas la “concurrencia de sexos”. Y desde otra perspectiva, cuando observamos algunas fotografías de comienzos del pasado siglo nos damos cuenta de que no procesionaban esos tronos tan sobrecargados que hoy caracterizan a muchos de los pasos de la SS egabrense.

Entre las dedicaciones de los cofrades se encuentran las relacionadas con los denominados “cuartelillos”, verdaderas casas de hermandad en algunos casos, pero en otros aprovechan locales vacíos, cocheras desocupadas o casas por derribar. No puedo dar mi opinión sobre la calidad de dichos establecimientos porque soy objetor de los mismos, pero en estas fiestas navideñas me ha sorprendido ver en funcionamiento algunos, cuando yo pensaba que su actividad se reducía al tiempo de cuaresma. Supongo que los hosteleros no estarán demasiado contentos, habida cuenta del momento de crisis que se atraviesa, porque desde mi punto de vista se trata de una competencia desleal y resulta difícil de entender que se les conceda autorización para estar abiertos en estas fechas a quienes no deben hacer frente a impuestos ni a todo el conjunto de normas sanitarias y de seguridad que se exigen a los demás establecimientos, abiertos también cuando no son coyunturas festivas como la navideña.

Las cofradías gozan de suficientes privilegios: subvenciones públicas, gastos municipales extraordinarios con motivo de los desfiles y ocupación de la vía pública sin solicitar permiso ni pagar por ello. Además, obstaculizan el desarrollo normal de la vida ciudadana (no solo en la SS, también con ensayos y traslados), e incluso en algunos casos las autoridades municipales acompañan el desfile, sin rubor alguno y con una absoluta falta de respeto a la norma de lo que ha de ser un Estado aconfesional.

Todo ello lo disfrazan con que la SS es turismo y fuente de ingresos. Estoy seguro de que así será en ciudades como Sevilla o Málaga, pero no conozco un estudio, referido a localidades como la nuestra, que refleje con seriedad ese gran impacto económico que algunos defienden a capa y espada, cuando todo es bien sencillo: aplíquese la ley. Tanto la reguladora de los espectáculos públicos como la que afecta a la prestación de servicios de hostelería.

José Luis Casas Sánchez

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