Ya pasó la campaña electoral, disponemos de los resultados y dejan de tener valor las encuestas, tanto las publicadas como aquellas de las que disponían los partidos. Sobre estas últimas, al menos lo que yo sé en el caso de Cabra, parece curioso que cada una de ellas daba como ganador al partido que la había encargado, aunque como todos podemos comprender quizá no sea “curioso” el término más adecuado para describir esa realidad. No obstante, ni siquiera la del PP les daba esa victoria tan importante que ha conseguido por primera vez en nuestra ciudad.
La candidatura encabezada por Fernando Priego ha aumentado en 2.921 los votos obtenidos por su partido en las elecciones de 2007. En mi anterior artículo señalé que uno de los factores para determinar el resultado final sería que el PSOE o el PP fuesen capaces de captar a los votantes que los apoyaban en las elecciones generales, y está claro quién lo ha conseguido, puesto que los populares tenían una diferencia (negativa) de 2.663 votos, por tanto no solo los han recuperado, sino que han conseguido 258 más, ahora habrá que esperar a ver los datos de las próximas generales para compararlos con los de estas últimas elecciones. Esos resultados entiendo que pueden ser explicados al menos en función de tres factores, enunciados en un orden que no tiene nada que ver con la importancia de cada uno: 1º. La figura de su candidato que, a lo largo de estos cuatro años de oposición, se ha significado como una persona conocedora de los temas municipales objeto de debate en los plenos y cuyas intervenciones iban acompañadas de buenas maneras y formas educadas; 2º. El tipo de campaña desarrollada, primero con un importante aparato propagandístico desde la precampaña (léase, por ejemplo, grandes vallas publicitarias), y luego ya en campaña con una eficaz combinación de medios tecnológicos capaces de llegar a los más jóvenes y las visitas puerta a puerta para llegar a amplias capas de la población, y 3º. La influencia de un factor no local, como ha sido el éxito del PP al desvirtuar las elecciones municipales para que no se enjuiciara una gestión local sino que sobre todo se tuviera en cuenta la coyuntura económica de ámbito nacional.
A esos tres factores que ayudan a comprender una victoria, habría que añadirles otros, complementarios, que permitirían explicar la derrota de los demás, y para lo cual necesitaría un espacio mayor del que ocupan estas líneas, por ello me limitaré a un breve comentario de sus resultados. Quien ha salido mejor parado ha sido el PA, capaz de resistir a pesar de la crisis de su partido y perder muy pocos votos (141) con respecto a las anteriores elecciones. Pero está claro que los dos grandes derrotados han sido PSOE e IU. Los primeros han alcanzado su cota más baja en unas elecciones municipales, al menos en lo referente a porcentaje, puesto que ya en otra ocasión también se quedaron en igual número de concejales, esto se explica porque han sufrido el efecto del castigo al partido que gobierna, y sin duda esto es injusto, pero tanto como lo es cuando en un municipio se consigue apoyo por la pertenencia a unas siglas determinadas. Harían bien los socialistas egabrenses en realizar un análisis sosegado, serio y riguroso de los resultados, donde no solo tengan en cuenta los datos sino también las características de su gestión al frente de la corporación estos cuatro últimos años. Y en cuanto a IU, es quien ha perdido más votos, y en estas páginas se publicó hace unos días un primer análisis de su cabeza de lista, con palabras muy acertadas desde mi punto de vista, a la vez que elegantes, lo cual no hace sino dar la razón a quienes ven en Manolo Carnerero un ejemplo de político honesto, capaz de dar la cara incluso cuando se acaban de perder 1.921 votos.
Y volvemos al principio: ya pasó la campaña electoral. Ahora es el momento de que gobiernen quienes han merecido la confianza de los ciudadanos, siempre y cuando tengan mayoría suficiente para hacerlo. La política municipal es difícil, lo cual no significa que sea compleja, a menudo se llena de grandilocuencia innecesaria y de proyectos desmesurados (no me refiero a Cabra, sino en general), y escasea un mayor grado de realismo y de deseo de solucionar lo más cercano. La ciudad, antes que nada, es un espacio, pero no debemos de olvidar que debe ser un espacio de convivencia. Lo primero nos viene dado, lo segundo puede ser fruto de las decisiones políticas y de la voluntad de los ciudadanos. No hay utopías, y como dijo Borges no existen más paraísos que los paraísos perdidos. Desde mi juventud aprendí que la comprensión de la realidad es fundamental para transformarla, algo que me enseñó Marx, pero que a su vez era una herencia ilustrada. Y en esa transformación es necesario el papel de la sociedad en su conjunto, por eso en la política local es tan importante la colaboración entre las distintas fuerzas políticas y su labor de pedagogía ante los ciudadanos. Una persona sola, un partido aislado sería, para decirlo con palabras de san Juan de la Cruz “como el carbón encendido que está solo; antes se irá enfriando que encendiendo”.
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