He leído que el Ayuntamiento de Cabra ha iniciado la elaboración de un expediente, con el apoyo de los tres grupos municipales, para la concesión de la medalla de la ciudad al actual monarca, Felipe VI, distinción que también posee su padre, Juan Carlos I. La concesión de honores y distinciones municipales se hace de acuerdo con un Reglamento del año 2010 (BOP nº 109, de 11 de junio), y se puede consultar en la página web del ayuntamiento (a ella remito a los interesados en el contenido de los artículos que citaré más adelante), donde por cierto todavía aparece con un texto introductorio, a modo de saluda, de la anterior alcaldesa, María Dolores Villatoro. Tengo curiosidad por ver cómo se redacta el citado expediente, porque para conceder la medalla de la ciudad deben concurrir una serie de circunstancias recogidas en el art. 13, que desde mi punto de vista no se acomodan a la trayectoria del rey Felipe, hasta el momento, como tampoco la explicación recogida en el art. 14.1. Una vez concluido el expediente, supongo que los grupos políticos analizarán la pertinencia o no de conceder la medalla, aunque no resulta difícil adivinar cuál será el resultado, si bien será interesante conocer la interpretación que se hace de los artículos citados para justificar la concesión.
Eso ocurrirá en el futuro, pero en cuestiones de medallas también tenemos un pasado, como ocurrió en 1959 cuando se acordó concedérsela al Jefe del Estado (también era Presidente del Gobierno y del Consejo Nacional del Movimiento, además de Caudillo por la G. de Dios, como rezaba en las monedas), Francisco Franco, y en efecto se le entregó en 1961, durante una visita a Madrid del entonces alcalde, José María Muñiz. En este caso sí parecería pertinente que la corporación se pronunciara, como ya han hecho otras poblaciones, acerca de retirar dicha concesión, pues mantenerla no parece muy acorde con los tiempos que vivimos. Ya sé que se dirá que no tiene sentido airear estas cuestiones ahora que el dictador está muerto, pero es que con Franco hay cosas que solo se han podido hacer a título póstumo, como por ejemplo elegir a nuestros representantes, y ahora sería de justicia que ellos corrigieran aquel acto decidido por quienes no habían sido elegidos de acuerdo con los principios democráticos. Y sobre todo porque los ciudadanos egabrenses no se merecen que una distinción de su ciudad vaya unida al protagonista de un golpe de estado que tanto daño causó a España y a los españoles.
Por otro lado, aunque no se trate de medallas, el citado Reglamento recoge otras distinciones, entre ellas la de alcalde honorario (o alcaldesa honoraria), y esto me permite pensar que sería el momento de revisar la distinción de la virgen de la Sierra como alcaldesa, puesto que parece difícil que pudiera mantenerla de acuerdo con lo establecido en el art. 9.2, donde además se especifica que ese título se concederá a “personas”. Soy conocedor de que las normas no tienen carácter retroactivo, pero sí en caso de que beneficien, y en este caso el conjunto de los ciudadanos nos beneficiaríamos al no tener que mantener ese contrasentido de que una imagen (con independencia de cuál sea la confesión religiosa) ostente el título de alcaldesa de una ciudad, entre otras cosas porque es un atentado contra la razón, sin entrar en consideraciones de carácter ideológico ni religioso ni mitológico.
Por supuesto habrá quien argumente que ahora mismo no se incumple ninguna norma por cuanto el Reglamento de 2010, en su Disposición final 2ª, especifica que quienes poseyeran distinciones reconocidas por el anterior reglamento, o por acuerdo plenario, “continuarán en el disfrute de las mismas”. Sin embargo, convendremos en que nunca viene mal realizar, en el caso de Franco, un ejercicio de higiene democrática, y en el de la virgen, de racionalidad.